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Jauja, el espejo de un pasado

Cuantas veces se dirijan mis pasos, siempre irán al Cementerio de Jauja. Rápido como la juventud que pasó y fue primero, o este pasado que hoy vivo en cada actitud de ver las lápidas, en el concierto de los huaynos que cada sábado se escucha en algún lugar, donde un pariente o amigo duerme el sueño profundo de la vida eterna.

Siete años han pasado desde mi último viaje y hoy, con ochenta y dos años, mi sueño nuevamente se hizo realidad. El paso fue lento y la vista un poco indecisa, pero tuve de compañía a cuatro amigos que estuvieron a mi lado. Alejandro Nakao y su esposa Anita Minami, Paulina Goya y Bertha Matzumoto. Todos ellos de la tercera edad.

Lápida del Señor PEDRO ONAKA. Quien llegó a ser Alcalde de la ciudad de Jauja

Lo más práctico fue llevar y manejar el celular y Celinda, con su bondad de ayudar, fue quien me acompañó los tres días que visite el camposanto. Ella fue quien cargaba la escalera, buscábamos las lápidas de los difuntos de la colonia japonesa, tomaba la foto, le ponía la flor, una hermosa rosa, y seguíamos hasta tener la cantidad de noventa y nueve tomas de lápidas de diferentes años.

La ayuda generosa fue encontrar en cada lápida de los difuntos de la colonia una hermosa tarjeta celeste con un adorno de cinta roja. Dicha tarjeta decía: Asociación Peruano Japonesa Huancayo, junto a la frase:

“Las personas con las que compartes tu vida te marcan y, aunque ya no están contigo, una parte de ellos siempre permanecerá en tu corazón”.

Comité de Damas, 2021.

Tarjeta del Comite de Damas de la Asociación Peruana - Japonesa de la ciudad Huancayo.

La soledad es parte de nuestra vida, aquello nos acompaña al nacer, vivir y morir. Hoy en la ciudad de Jauja tal vez la colonia japonesa ya no exista. En mi viaje de siete años atrás, con mis amigos Samuel Matsuda, Víctor Ykeda y Juan Kanashiro, me comentaba José Kato, quien tenía su bazar en la plaza principal, y con quien yo jugaba en mi infancia, que él y Julio Tayra tal vez eran los únicos que quedaban. Luego me enteré que Julio y José habían fallecido y que prácticamente no quedaba nadie de la colonia japonesa en Jauja.

Al visitar Jauja con mis amigos y llegar a su querido y conservado cementerio, me alegró que mis amigas del Comité de Damas de la Asociación Peruano Japonesa de Huancayo tuvieran tan lindo gesto de visitar y llevar a cada uno, una oración y flores que simbolizan el recuerdo y cariño a nuestros antepasados.

Muchas gracias, amigas huancaínas, la visita a nuestro cementerio me hizo vivir y recordar aquellos tiempos en que nuestros padres jugaban sus partidos de béisbol en el Estadio Junín de Jauja y ping pong en el local del Club “Los Andes”, allá por 1955 y 1956. O quizá las fiestas de carnaval de los años 1959 y 1960 en el local del Club Nisei Jauja.

Club Nisei de Jauja. Año 1957.

O pensar, tan solo, que fueron los nikkei huancaínos quienes nos dieron una “manito” para que hoy Jauja tenga una Compañía de Bomberos, y recordar por siempre a Crisanto Shiraishi, Arnado Uchiyama, Víctor Aritomi, Alberto Okugawa, Pedro Aritomi, Hugo, Paco y Víctor Miyadi, Silvio Murakami, Isaac Araki, Carlos Yamaguchi, Alberto Akiyama, Julio Watanabe, Ángel Utsunomiya, Nicolás Miyamoto, Vicente Matsumura, y muchos otros nisei huancaínos de aquellos años que colaboraron con nosotros.

¿Si dejaron huellas? Sí, las dejaron. La pobreza para muchos de la colonia japonesa era palpable y con lo poco que se vivía, éramos felices. Nuestros padres trabajaban de doce a quince horas en sus tiendas y negocios y aun así tenían tiempo de hacer vida social y comunitaria. Nos enseñaron valores, el ejemplo más palpable fue la actitud de sus vidas. Hoy venerarlos en un simple nicho es ofrecerles nuestro respeto, gratitud, oraciones y recuerdos por todo lo que nos han dado y dejado.

La entrada al cementerio era una avenida llena de eucaliptos. Aquellos árboles fingían tener voz de mando, pero en el fondo era el perfume que emanaban. La solidez de sus tallos y el tamaño acumulado por los años, los hacían un desfile de vegetación pura y sana. Hoy solamente quedan unos cuantos esparcidos en la entrada.

Y aquello que siempre veneramos al entrar, los puestos de flores en su diversidad total, acumulan el asomo de las rosas, el sentir de los crisantemos, la aureola de los pensamientos, el renacer de las caléndulas, la paz de los gladiolos, la sociedad de las margaritas, la diversidad de los geranios, la luz de los claveles y la vitalidad de las retamas. Era siempre mirar hacia la puerta principal y, como hoy, en sábado. Las misas con orquesta estaban presentes en muchos nichos y tumbas. La tradición en Jauja siempre se respeta.

Lápida del Señor JUAN HIGUCHI quien llegó a ser Alcalde de la ciudad de Jauja.

Las misas y las oraciones a los muertos son acompañados por orquestas típicas con los tradicionales huaynos y la multitud de la familia. Para mí fue una sorpresa escuchar tan solo las notas del huayno “Huarancayo de mis penas”, fue volver a mi pasado y refugiarme en el chalet de la avenida Ricardo Palma.

Ya en lo último de mi visita, Celinda encontró la lápida noventa y nueve. Subió la escalera, tomó la foto, le dio un beso a la última flor y la depositó sobre la lápida. Mi visita había terminado en medio de una numerosa familia que visitaban un nicho cercano al que habíamos estado. Ellos, tan amables, me invitaron a tomar una copita de licor y entre pregunta y pregunta nos pusimos a cantar. Mi dúo fue con una señora menor que yo, pero que se sabía los huaynos de antes como yo.

“Prenda querida, caminito de Huancayo, Jauja, picaflor tarmeño, queridos amigos”.  

Lápida más antigua encontrada. MARIA Y NISHIURA. Año de 1927.

Una costumbre tan de la sierra que, al recordarlo después de 65 años, se me vino a la memoria el estar con mis amigos. Edilberto Pizarro, Raúl Huaccho, Félix Rivera y yo. Los cuatro buscábamos las fiestas de nuestra juventud y una de ellas fue en las puertas del cementerio. Tal vez en una de las casas de las que hoy hay muchas.

Siempre recuerdo que aquella noche la fiesta terminó a las tres de la madrugada y, en plena oscuridad, nadie salió. Saber que el cementerio estaba a nuestro lado hizo que la espera se hiciera en la casa hasta que el amanecer nos diera la seguridad de que no viéramos ni sintiéramos nada extraño.

Además, teníamos una avenida llena de viejos eucaliptos, donde el viento hacía que las copas de los árboles fingieran la nostalgia de una noche tenebrosa y con el miedo de volver a encontrarnos con nuestros vecinos del cementerio. Hoy todo ha cambiado, el escenario, los postes de luces, la pista que cruza y va a la ciudad de Tarma hacen que la zona sea movida y el tránsito concurrido.

Volver a mi querida Jauja será siempre mi tarea. Solo mi cuerpo dirá hasta cuándo represente en el cuadro de mi vida el seguir yo valiéndome por mí mismo. Y, si hay amigas y amigos, mi viaje será la alegría completa en llegar a mi destino de la sierra. Ahí estaremos con la gratitud de siempre y el aspirar que nuestra vida tenga el feliz final que todos deseamos.

 

© 2022 Luis Iguchi Iguchi

Jauja Perú
Acerca del Autor

Luis Iguchi Iguchi nació en Lima, en 1940. Fue colaborador de los diarios Perú Shimpo y Prensa Nikkei. También colaboró con las revistas Nikko, Superación, Puente y El Nisei. Fue presidente fundador del Club Nisei Jauja en 1958 y miembro fundador de la Compañía de Bomberos Jauja N° 1 en 1959. Falleció el 7 de noviembre de 2023.

Última actualización en diciembre de 2023

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