Tres de la madrugada y el timbre del reloj hacía su trabajo. Muchos hogares del país tenían la vista puesta en el televisor y lejos, muy lejos de la patria, con la blanquirroja en un rectángulo de vida que nos mostraba la fuerza y el talento de seis chicas que con el poder del juego hacían del vóley peruano la costumbre de verlas en la portada de los diarios, en los artículos deportivos, en el clamor de las tertulias, en las figuritas de un álbum, en el reporte de un flash en la TV o en el paraje olvidado de algún caserío, ahí donde el polvo es parte de la vida y la costumbre fiel de un balón que se eleva entre manos y finge tener el misterio de un deporte justo y actualizado.
La colonia japonesa de la década de los sesenta hinchaba de orgullo por una chiquilla que hacía del vóley su pasión diaria. Su fuerza prometedora, su talla inalcanzable, su apellido ligado a la colectividad, el asombro de su rostro imperturbable y el sentir de miles de nikkei que clamaban en silencio (porque así éramos, tal vez por la Segunda Guerra Mundial o porque de chicos nos inculcaban a no demostrar nuestros sentimientos).
¡Pero cómo saltábamos cuando Olguita Asato entraba a la cancha y nos demostraba el porqué de su puesto en la selección peruana de vóley! Ahí, en esa élite de grandes jugadoras, con Lucha Fuentes, Pilancho Jiménez, Irma Cordero, Maruja Ostolaza, Norma Velarde, Mercedes Gonzales, Ana María Ramírez, Alicia Sánchez, Anacé Carrillo, Teresa Núñez, Maruja Ponce, Rita Pizarro, Delia Córdova, Martha Vergara, Blanca Jiménez, Aída Reina, María Cervera y Gaby Cárdenas.
Sentíamos querer más a la patria y veíamos en el rojo y blanco volar nuestras ilusiones, gritábamos cada punto ganado o defendido, veíamos que todas las sangres eran una sola. La chola, la negra, la mestiza, la blanca y la amarilla que nos regalaban un concierto de saques y estrategias, de mates y defensas, de gritos y sudores, de hurras y victorias, de lágrimas y risas, de oles y murmullos, y de instantes cuando al fin la victoria llegaba.
Cuánto de aquello fue el trabajo, el esfuerzo, el tiempo, lo alejado de la familia, el no estar con los amigos, el sentir que un baile de juventud se perdía en el rectángulo de juego. Y que todas las miradas solo eran juzgar el partido dado, la estrategia encontrada, el dolor en la pérdida, el viaje apurado y sin la familia, y aquella lesión que sería la resignación en un futuro por el esfuerzo de una juventud brillante en vivas de un país. Aquello era la muestra de todo buen deportista que llega a la cumbre divina.
Y no olvidemos al gran Akira Kato, entrenador japonés que se ganó el respeto y cariño de sus jugadoras y que en el tiempo de trabajo y dedicación les enseñó la disciplina, las técnicas, los entrenamientos, los valores y el amor a la patria y la familia.
Olga Asato Hichiya nació en el Callao. Chalaca y porteña de corazón, sin duda. Nacida para triunfar, con una infancia de cuatro hermanos varones, Carlos, Augusto, Julio y Jorge. Olguita nada tenía que hacer en el hogar con tantos varones y salía a buscar a sus amigas a plena carrera y a todas las encontraba en sus casas. Luego volvía con el mismo entusiasmo de seguir corriendo, las calles chalacas eran el entrenamiento diario para aquella voluntad que tenía en sus piernas. Amiga de los policías en cada esquina, ellos la invitaban a que cantara algo de su repertorio. Olguita no se hacía de rogar y les cantaba lo último de la radio que estaba de moda. Años más tarde, ella contaría, se le fue esa virtud de cantar en público, pero ganaríamos a una atleta que competía en los undookai del Estadio La Unión, en carreras, lanzamientos y saltos; y nacería para el vóley peruano una estrella.
Tener un padre estricto en la disciplina diaria, como lo era el señor Zunshu Asato, es muchas veces agobiante, y ser la única hija de cinco hermanos tal vez la hacía la engreída de papá. Así de recto como buen practicante de lucha en el Japón era el padre de Olga. Simple en el quehacer de las cosas y disciplinado en la educación de sus hijos. Un padre que, en las primeras horas de la mañana, y sin que nadie lo notara, salía rumbo al kiosko de los periódicos solo para enterarse en los diarios cómo le iba a su querida hija en las giras deportivas alrededor del mundo. La razón de ser y el vínculo que los une hace que el padre, en su silencio, vele por la hija en su camino a la gloria.
Y tal vez la humildad de una madre, retratada en la señora Ushi Hichiya, sea la tradición de su querido Okinawa, aquella tierra de origen que supo regalarnos la fuerza y el carácter de una jugadora para el vóley de nuestro querido Perú. Olga Asato Hichiya en lo más alto del deporte peruano: los laureles deportivos. Esta es la máxima distinción otorgada por el Gobierno a un deportista y lucen colocadas en el frontis de nuestro principal recinto deportivo, el Estadio Nacional. Olga Asato es la única dama nikkei que ostenta este galardón. La acompañan tres caballeros deportistas de nuestra colectividad: Humberto Suguimitzu (billar), Akio Tamashiro (karate) y don Gerardo Maruy (dirigente).
Una década en la vida dedicada a su deporte favorito, el vóley. Olga Asato lo dio todo y fue la ausencia en la mesa familiar, el lugar vacío que siempre extrañaba. Aprendió la disciplina en la recta presencia del entrenador Akira Kato. Cada noche de juego o entrenamiento sus prendas personales eran lavadas por las mismas jugadoras. Una noche después de lavar se metió a la ducha y mientras se bañaba su polo se había caído y taponeaba el orificio del desagüe. Diez minutos después, la inundación atrajo la presencia de todas las chicas, que con trapos secaban y escurrían el cuarto del hotel. Hechos y anécdotas que aún hoy tienen presencia en cada conversación con sus amigas que nos dieron tantos lauros y alegrías en el deporte de la net alta.
Las nuevas generaciones de deportistas del AELU estarían más al tanto en sus respectivas disciplinas si existiera en el Estadio La Unión la “Galería de Deportistas Nikkei”. Aquello llevaría a que muchos aspirantes sientan el deseo de llegar a estar junto a sus ídolos. Olga Asato, Humberto Suguimitsu, Akio Tamashiro y Gerardo Maruy, acompañados de Gladys Moriyama (tenis de mesa), Teófilo Toda (ciclismo), Isabel Onchi (bowling), Luis Minami (boxeo), Juan Hasegawa (atletismo), Ricardo Nakagawa y Tito Ychikawa (tenis de campo), entre muchos otros deportistas que son ejemplos de distintas disciplinas.
Hoy el rumbo de muchas personas de la tercera edad son las instalaciones del AELU. En días de semana, y en espera de la salida de los nietos del Colegio La Unión, los abuelos somos un conjunto que acapara el “Rincón de la Señorita Conny”. Ahí su exquisito café es la sabia tolerancia de la espera y la noble actitud de hacer amistad en nuestros días de jubilación.
Fue ahí precisamente donde dio inicio mi amistad con la señora Olga Asato de Kochi. Los años siempre serán el respaldo de toda una vida de sacrificios, trabajo y gloria. Olguita tiende a callar toda una vida de glorioso vóley peruano. A simple vista, nadie creería estar frente a tan magnífica jugadora que nos representó en jornadas memorables de nuestra historia deportiva. Tal vez la veamos más menudita que en sus horas de gloria, pero la personalidad, actitud y temple siempre serán vistos como promesa de un pasado de vida, trabajo, enseñanza y cariño hacia lo que uno anhela.
Se va haciendo de noche y los primeros abuelos han partido con sus nietos a sus hogares. Olguita se levanta, con su café en mano, y dirige la mirada hacia el coliseo cerrado. Busca con la vista a su nieto Adrián, que enfila sus pasos al lado de sus padres Juani Sakuda y Naomi Kochi Asato, un verdadero trío de deportistas que hacen del AELU su segundo hogar.
Presencia de Olga Asato Hichiya en la selección
Como jugadora
- Juegos Olímpicos México cuarto lugar
- Mundial de Bulgaria --
- Copa del Mundo Uruguay cuarto lugar
- Panamericano Winnipeg segundo lugar
- Panamericano Cali segundo lugar
- Bolivariano Maracaibo primer lugar
- Bolivariano Panamá primer lugar
- Sudamericano Santos primer lugar
- Sudamericano Montevideo primer lugar
- Sudamericano Caracas segundo lugar
- Sudamericano Bucaramanga primer lugar
Como entrenadora
- Bolivariano Barquisimeto primer lugar
- Sudamericano Sao Paulo primer lugar
- Sudamericano Asunción primer lugar
© 2020 Luis Iguchi
La Favorita de Nima-kai
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