En aquella época, Liberdade era un mundo aparte.
Era 1964, cuando empecé a concurrir al Colegio Roosevelt.
Las clases eran hasta las 6 de la tarde, recorría la calle principal hasta la terminal de ómnibus. Para el colegial de uniforme azul y blanco que caminaba con prisa, era como si fuera Urashima Taro que llegaba de repente al reino encantado del fondo del mar.
Letreros luminosos, luces de neon por doquier. Entraban y salían de “pachinko ya” personas que a plena luz no se ven, aparecían como topos saliendo de la tierra: anteojos de sol con saco de colores extravagantes sobre sus hombros, con chinelas japonesas. Estas chinelas eran más pequeñas que su propios pies. Las mujeres vestidas de kimono con el rostro empolvado entran silenciosamente a las pequeñas casas que se esconden en las calles trasversales.
Recordando tiempo despúes, todo esto parecía una escena de una película.
Ahora vivo en las afueras de la ciudad y muy pocas veces voy a San Pablo, pero cuando voy siempre me acerco a Liberdade.
El barrio de Liberdade cambió. Los comercios se desarrollaron junto al tiempo, pero también cambiaron las personas que lo frecuentan.
En la plaza de la estación de metro se ven bancos donde las personas nikkei se sientan.
Un abuelo con sombrero lee el diario. Compañeros de shogui o de gimnasia conversan animadamente. Las señoras que regresan de alguna clase de artesanía o de arreglo floral. Jóvenes que planean su salida de fin de semana.
También se ven personas mayores con ojos tristes. “Es un estorbo en casa, puedes ir a pasear” Sin dinero para el almuerzo pasean por Liberdade pensando “ni modo…”
Caminando por Galvão Bueno, un abuelo se acerca y pregunta “¿quiere kon nyaku?. Camino un poco más y una abuela con pelo blanco y pañuelo saca yokan de su canasto. El sol de mediodía es fuerte.
Hace un tiempo atrás, había una mujer muy vistosa. Con vestido rojo y moño rojo sobre su cabellera blanca. Bailaba en el medio de la plaza descalza, se sentaba en el banco y escribía algo, un poema… quien sabe. Un hombre de barba extendía su mano “dame 1 real”.
Con sólo recordar mi corazón se estremece y siento que nada puedo hacer.
Liberdade es la “libertad”.
¿Ironía del destino?
© 2011 Laura Honda-Hasegawa