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Tsunezō Wachi: de espía a monje budista

Tsunezō Wachi1 (和智恒蔵) nació el 24 de julio de 1900 y se graduó de la Academia Naval en 1922, de manera simultánea estudió español en la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio donde también aprendió inglés. Fue asignado al Regimiento de Caballería del Ejército y en 1932 ingresó a la Escuela de Comunicaciones de la Armada Imperial en Yokosuka, ahí se especializó en el área de transmisiones de radio y criptografía.

Al terminar su formación académica, Wachi fue asignado al área de comunicaciones del buque Naka”. Entre 1935 a 1937 fue miembro de la División de Inteligencia Militar y Naval, en la que se le encomendó ir a Shanghai para interceptar las comunicaciones británicas, así como –a través de otros agentes japoneses– espiar a oficiales de alto rango del ejército británico para fotografiar sus libros de códigos.

Después de su retorno de China, a Wachi se le envió a la estación de radiocomunicación de Owada, ubicada en la prefectura de Saitama. Al año siguiente, fue trasladado a un buque escuela para ser instructor y responsable del área de radiocomunicación, y posteriormente, fue designado por el Ministerio de Marina para ser responsable del área de radio-inteligencia contra Estados Unidos en la que monitoreaba los movimientos de la flota americana en el Pacífico.

En noviembre de 1940, se le nombró asistente del agregado naval de la Legación de Japón en México, para tal efecto se embarcó en el Hie Maru rumbo al puerto de Manzanillo, Colima. En ese momento fue objeto de interés por la Oficina de Inteligencia Naval (ONI, por sus siglas en inglés) para su vigilancia discreta por su calidad de diplomático.

La Legación de Japón en México (Cortesía de la colección de Shozo Ogino y Sergio Hernández Galindo)

Wachi arribó el 9 de diciembre a San Francisco, en una escala corta, y se reporta que durante la estancia realizada se entrevistó con un empleado del hotel Yamato, al cual entregó dos paquetes y un sobre; el mismo que era muy conocido por parte de los servicios de inteligencia, ya que muchos militares y marinos japoneses lo contactaban a su llegada a Estados Unidos, por lo que estaba en constante vigilancia.

Después de su arribo a la ciudad de México, Wachi tenía dos encomiendas muy particulares. Por un lado, asistir a su jefe Kyoho Hamanaka (浜中匡甫), agregado naval de la Legación, en sus tareas de socialización con militares mexicanos. De acuerdo con él, había una gran competencia con sus contrapartes de la embajada estadounidense para ganar información relevante a través de las reuniones sociales donde el alcohol y la comida no tenían límites.

Por el otro, era responsable de las acciones de interceptar comunicaciones y decodificarlas para conocer los movimientos de la flota americana en el Atlántico y, en particular, se le había solicitado en Tokio conocer con detalle los alcances de la “flota de soporte” que operaba en zona transatlántica, la misma que resultó siendo un grupo de barcos para el resguardo y vigilancia de otros buques.

Dentro de las acciones emprendidas para comunicar al gobierno japonés de la información obtenida a través de la intercepción de mensajes y de la proveída por los funcionarios mexicanos, Wachi mandaba sus reportes con tinta invisible por medio del correo postal hasta Argentina, donde eran retrasmitidos a Tokio. De igual forma usaba estaciones secretas de radiotransmisión alemanas ubicadas en diferentes partes de la república mexicana, para después ser enviadas a Japón.

Las actividades de inteligencia de Wachi también incluían conocer el movimiento de la flota de Estados Unidos a través del Canal de Panamá, las mismas que después eran corroboradas por la intercepción de mensajes que hacía Wachi y su equipo. Asimismo, refiere el hecho de que el coronel Yoshiaki Nishi (西義章), el agregado militar, tenía un amigo que era ya retirado del ejército estadounidense y le proporcionaba información diversa sobre el número considerado para el despliegue de tropas en Europa y Australia, los planes para el establecimiento de una base militar en Brasil, el establecimiento de producción y suministro de pertrechos militares en China y los planes de Washington para la construcción de más submarinos.

A pesar de que en la legación no había equipo de transmisión de onda corta existían, según Wachi, varios aparatos de recepción donde claramente podían captar los mensajes de los buques a las estaciones navales ubicadas en la costa. De acuerdo con el diplomático, la altitud de la ciudad de México favorecía la intercepción de esas comunicaciones.

Un aspecto interesante que refiere Wachi fue el uso de mexicanos para ayudar en las labores de inteligencia. Refiere el hecho de haber hecho un amigo en un cabaret que era estudiante y que trabajaba en una agencia de turismo, y le pagó para que fuera, junto a su novia, a San Francisco, y reportara el número y ubicación de buques en la bahía. Por ese servicio -aparte de pagar su viaje- esa persona recibió 3 mil pesos, a pesar de que no confió mucho en su información y en su persona.

Después del ataque de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, y del rompimiento de las relaciones diplomáticas con Japón, Wachi junto al personal de la Legación fueron confinados en la representación diplomática bajo vigilancia de las autoridades mexicanas y el FBI. Cuando se confirmó su salida del país, en febrero de 1942, Wachi decidió deshacerse de los equipos de radiocomunicación y de encriptación, para lo cual, él refiere, tiró la mayoría en un pozo ubicado en el predio de la Legación y uno de ellos lo enterró en la zona de Cuajimalpa, en la Ciudad de México. Sin embargo, fue visto por pobladores del lugar y se denunció el hecho. La prensa siguió la noticia y, posteriormente, fue requerido a declarar ante el ministerio público sobre ese hecho, no obstante, al no comprobarse ningún delito, lo dejaron en libertad.

Después de su repatriación como parte del programa de intercambio de prisioneros de guerra, y de su confinamiento junto a otros miembros de la Legación japonesa en los Estados Unidos, finalmente pudo subir al Gripsholm, que había sido rentado por el Departamento de Estado para la repatriación e intercambio de los prisioneros, ciudadanos y diplomáticos de las potencias del Eje en agosto 1942, con destino a Lorenzo Marques, en Mozambique, donde abordarían el Asama Maru. Llegando a Singapur tomó un avión para retornar por esa vía a Japón.

Después de su arribo a Tokio, Wachi fue nombrado jefe responsable de la unidad de radio inteligencia en el Ministerio de Marina, para después ser trasladado a la isla Iwo Jima como comandante de la guarnición, donde tuvo a su mando a más de 1,300 marinos. Los japoneses conocían el valor estratégico de la isla y Tokio emprendió a iniciar las fortificaciones y la construcción de tres pistas de aterrizaje, así como la construcción de antenas de radio de largo alcance.

Tiempo después, Wachi fue enviado a Filipinas como agregado naval y posteriormente como comandante de la sección 32 de asalto, ubicada en Kagoshima, misma que estaba destinada a realizar los preparativos ante una hipotética invasión norteamericana al archipiélago japonés. Wachi apunta que hacían ejercicios con pequeños submarinos, prácticas de torpedeo, incluyendo torpedos humanos. En esa ciudad fue detenido por parte de las Fuerzas Aliadas cuando Japón firmó su rendición el 15 de agosto de 1945.

El 29 de julio de 1946 ingresó a la prisión de Sugamo en calidad de prisionero de guerra, donde fue interrogado por los servicios de inteligencia del SCAP (Supreme Commander for Allied Powers). Su defensa logró evitar que fuera enjuiciado en el Tribunal Internacional Militar del Extremo Oriente y salió en libertad el 4 de octubre de 1946.

Wachi realizó un giro radical en su vida al convertirse en monje budista de la secta Tendai, cambiando su nombre a Tsuneami Jushoan (寿松庵恒阿弥). En efecto, después de obtener su formación religiosa en Kioto, Wachi se incorporó a la Sociedad del Loto Blanco, que era una organización budista, fundada en 1948 por Kazumasa Onishi (大西和正), con el objetivo inicial de realizar actividades de donación y caridad a los grupos necesitados y buscar el rejuvenecimiento del budismo en el contexto de la Posguerra. La CIA dio seguimiento a las actividades de la Sociedad a la que se integraban cada vez más ex miembros del ejército y marina; y puso atención en el papel cada vez más importante que asumía Wachi en la misma.

En ese sentido, la organización budista sumó a sus actividades, ya con Wachi, el proveer de guía espiritual a los prisioneros de la marina y del ejército japonés que estaban confinados en la cárcel de Sugamo. Asimismo, su actividad se orientó a conmemorar a los japoneses caídos en Iwo Jima, al solicitar a las autoridades estadounidenses la devolución de los cráneos de los cuerpos de los combatientes japoneses que habían sido extraídos de la isla; así como asistir espiritualmente y ayudar a confortar a las familias de los soldados que perdieron su vida.

Esa actividad lo colocó de nuevo como persona de interés de la CIA y diferentes reportes se realizaron en lo particular cuando logró autorización del SCAP para ir a Iwo Jima para recoger los restos de sus compañeros de guerra y retornarlos a Japón ofreciendo servicios religiosos, además de honrarlos con la colocación de un memorial. Contrario a lo que podría pensarse, Wachi encontró rápida respuesta a sus peticiones por parte de las autoridades estadounidenses, quizá un elemento a considerar es que, de acuerdo con él, instruyó a personal estadounidense en el área de intercepción y decodificación de mensajes provenientes de la Unión Soviética, lo que pudo ser un factor de negociación frente a los funcionarios del SCAP.

Además, Wachi logró atención de los medios de comunicación y fama enarbolando el tema de Iwo Jima, rentando inclusive un avión chárter para ir a la isla llevando a tres periodistas. La notoriedad mediática no hizo merma ante el escándalo en que Wachi y Onishi habían estado involucrados con la reventa de ropa usada donada por otras organizaciones budistas en Estados Unidos a Japón. En las elecciones de 1953, participó como candidato en el Partido Progresista, abanderando los temas del completo rearme de Japón para fines defensivos, propugnaba implementar una pensión para los veteranos de la guerra y para las familias de los soldados y marinos caídos, el retorno de Okinawa, así como la liberación de los presos de guerra. No obstante, solo logró 18 mil votos, los cuales fueron insuficientes para ganar un escaño en la Dieta japonesa.

A pesar de perder su elección, continuó con el tema de Iwo Jima fundando una asociación de la que fue su primer presidente y miembro hasta su muerte el 2 de febrero de 1990 a los 90 años. Un par de años después, el escritor Fukuyo Ueaka (上坂冬子) escribió el libro Iwo jima aún no ha sido aplastada (硫黄島いまだ玉砕せず), en el que relata la experiencia de Wachi en la isla y su posterior actividad para la recuperación de los restos de los soldados japoneses.

Así termina la insólita historia de vida de Tsunezō Wachi quien, de ser un fiel miembro de la Armada Imperial encargado de la intercepción y decodificación de los mensajes de las Fuerzas Aliadas transmitidos por radio en el preludio de la guerra del Pacífico, reconvirtió su vida en abrazar el budismo y convertirse en un monje que dedicó el resto de su vida a conmemorar a sus compañeros de armas caídos en Iwo Jima.

Nota: 

1. El orden es primero nombre y apellido, no obstante en los caracteres chinos es apellido y nombre.

 

© 2021 Carlos Uscanga

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Acerca del Autor

Carlos Uscanga es Profesor Titular del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hizo su Maestría en Ciencia Política Internacional en la Universidad de Ehime, y obtuvo su Doctorado en Cooperación Internacional por la Universidad de Nagoya.

Última actualización en agosto de 2017

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