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Gus Hokama: "el pasado en una canción"

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Desde la ventana de su casa, Gus Hokama puede ver la ciudad de Posadas. La capital de la provincia de Misiones, ubicada al noreste de la Argentina, se extiende a lo largo del río Paraná, con casas y edificios de colores que se iluminan por la noche. Sin embargo, su domicilio actual cuenta otra historia: Gus vive en la ciudad de Encarnación, en el vecino país de Paraguay. Las razones que llevan a las personas a migrar son siempre variadas y personales; en el caso de Gus, responden al llamado del corazón. 

En Buenos Aires conoció a una joven nikkei que estaba cursando una maestría en dermatología infantil. Se enamoraron, se pusieron de novios, y llegó el momento de decidir entre Argentina o Paraguay. Finalmente, la pareja optó por el segundo país.

Gus sonríe detrás de la cámara del zoom. Está vestido con un ambo y dice que a las dos en punto tiene que cortar: el deber lo llama. Hoy puede realizar su trabajo desde cualquier lugar del mundo, aunque no siempre fue así. Es médico con una especialización poco común: medicina legal.

“Mi trabajo consiste en evaluar a los pacientes y determinar, desde una perspectiva médico-legal, las enfermedades o patologías que presentan. A menudo, esto implica debatir con otros médicos, contrastar opiniones y defender mi postura con argumentos sólidos. En ocasiones, lo percibo como un desafío intelectual, donde debo encontrar la mejor manera de respaldar mis conclusiones y asegurar que el resultado sea coherente con mi análisis.

Anteriormente, me dedicaba más a la rehabilitación física, pero con el tiempo me especialicé en esta área, que, aunque poco común, me ha brindado muchas satisfacciones. Además, tiene la ventaja de permitir un manejo a distancia, ya que la mayoría de los casos que me encomiendan puedo resolverlos de forma remota. Después de la pandemia, este enfoque se ha vuelto completamente virtual, lo que ha transformado significativamente mi forma de trabajar”.

En Encarnación, Gus encontró una activa y numerosa colectividad nikkei, similar a la que existe en Oberá, Misiones, o en Pirapó, Paraguay. Muchos japoneses se asentaron en las tierras rojas del litoral en diferentes épocas: desde la mítica familia Kairiyama, pionera en las plantaciones de té verde tras la Primera Guerra Mundial, hasta las experiencias de las colonias de Garuhapé, a finales de la década del 50.

“En Paraguay” dice Gus “es común escuchar a los padres conversar con sus hijos en japonés, incluso entre las generaciones más jóvenes. Muchos nikkei de mi edad, así como adolescentes, dominan el nihongo. Además, en Paraguay existen numerosas colonias japonesas, donde la actividad principal es la agricultura, y en los hogares se escucha hablar frecuentemente japonés. Por otro lado, en Argentina se hacen festividades que tienen relación con Okinawa, algo que en Paraguay, al no haber casi okinawenses, lógicamente no se festeja”

Como ocurre con gran parte de los hijos de japoneses nacidos en Argentina, los abuelos de Gus, tanto por parte de su madre como de su padre, emigraron desde distintos puntos del archipiélago de Okinawa. Las razones que llevan a las personas a enfrentar la ardua tarea de mudar una vida a otro lugar, son variadas y personales; las de los abuelos de Gus respondieron a las demandas de buscar una vida mejor.

Hoy mundialmente conocida por sus playas cristalinas y sus tradicionales camisas floreadas, Okinawa fue una de las regiones más golpeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos okinawenses, enfrentados a la devastación, decidieron cruzar los océanos con la esperanza de encontrar una tierra en donde planear un futuro mejor para sus familias.

Gus toca en “Okinawa Latina” en Lima, Perú, con los Diamantes y John Azama, 2017.

Los Shinsato, por parte de su madre, llegaron primero a la ciudad de San Pablo, en Brasil, y luego reinmigraron a la Argentina. Para los Hokama, por parte de su padre, el viaje fue directo, sin escalas. Cuando Gus era chico, su abuelo paterno solía narrarle las memorias de aquel largo viaje en barco que duró casi seis meses. Desde Oozato-Nanjo, en Okinawa, él y su familia viajaron hasta la pujante ciudad de Buenos Aires, al sur del continente americano.

Su primer destino fue Rosario, sobre el río Paraná, en la provincia de Santa Fe. Sin embargo, debido a la condición asmática del abuelo de Gus, la familia tuvo que replantearse el lugar donde asentarse. Así surgió la posibilidad de alquilar una tierra en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, en José C. Paz, donde otras familias japonesas cultivaban la tierra con la perspectiva de comprarla a futuro. A diferencia de muchas familias japonesas que encontraron su lugar en la ciudad abriendo bares o tintorerías, la familia paterna de Gus se dedicó a la floricultura. Gran parte de su vida estuvo dedicada al cultivo de claveles.

Como ocurrió con muchos inmigrantes —españoles, italianos, alemanes y japoneses—, el trabajo de los abuelos de Gus se centró en construir un futuro mejor para sus hijos. “En esa época se podía ganar bien. Con trabajo y sudor, se salía adelante. Mis abuelos pudieron pagar los estudios de sus cuatro hijos. De los cuatro, mi papá se recibió de kinesiólogo, dos de traumatólogos, y el mayor, el chōnan, el hijo primogénito, siguió el camino de mi abuelo: se dedicó también a las flores”, dice Gus.

Gus pasó una parte de su infancia en Caseros – la familia de su madre tenía una tintorería - y luego se mudaron a Villa del Parque. Hizo la primaria en la mítica escuela japonesa, Nichia Gakuin, en el barrio de Almagro. En el año 2018, cuenta, fue invitado por la escuela para dar una charla a las nuevas generaciones y se sorprendió al descubrir que el 90% del alumnado no tiene familia japonesa ni es nikkei.

“En mi época era al revés, era muy raro que hubiera alguien que viniera de una familia con un origen distinto al japonés”. La escuela, cuenta, era muy exigente. Tenía profesores que viajaban desde Japón para dar clases ahí. Aprendía la lengua que hablaban sus abuelos, pero Gus no la usaba en la calle. No la usó tampoco cuando terminó el secundario y decidió que estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires era un desafío.

Recién pudo usarla mucho tiempo después, cuando a los 35 años obtuvo una beca que le ofreció la municipalidad de Kita Nakagusuku, de Okinawa, para visitar la ciudad en donde habían nacido sus abuelos maternos.

Gus actúa junto a la cantante Lucy Nagamine en Uchinanchu taikai en Okinawa, 2016.

¿Qué fue lo que más le sorprendió al poner los pies en Okinawa? Gus se queda pensando unos segundos. Es fácil imaginarlo bajando del avión, el calor del trópico, los carteles del aeropuerto escritos en el alfabeto japonés.

“Lo raro fue ver tantos japoneses juntos”, dice Gus. Aunque la imagen puede parecer obvia, no lo es tanto cuando se reflexiona: “En Argentina uno ve a un japonés de vez en cuando, pero allá es algo cotidiano. Me gustaba mucho observar sus costumbres, sus actitudes, sus posturas físicas”.

Gus quiso entender cómo hablaban cuando hacían fila para comprar algo, qué música escuchaban, de qué se reían. Lo que más le interesaba no eran los paisajes imponentes, la naturaleza ni las playas paradisíacas, sino la gente. Quería saber qué intereses tenían, qué hacían, qué decían.

Se sorprendió al descubrir que la lengua que había aprendido de chiquito, el japonés, durante sus estudios primarios en Nichia Gakuin, había permanecido latente en su memoria y ahora afloraba, como una planta que vuelve a brotar. “Siempre que tenía la oportunidad de hablar con algún japonés, me quedaba charlando sobre la vida, sobre los sueños. Me parecía fascinante, estando en otro país, pero que al mismo tiempo tiene que ver mucho con mi historia y de dónde vengo, y descubrir qué visiones tienen de la vida”, dice Gus.

Eran muchas las preguntas que tenía. Preguntas que, probablemente, en Argentina nunca se habría planteado, mucho menos entre su grupo de amigos. Pero allá, con la libertad que a veces otorga ser un forastero en una tierra no tan lejana, Gus se permitió preguntar: qué sueños tienen, qué esperan de la vida, qué piensan y qué sienten. Viajar a Okinawa aquella primera vez le permitió entender muchas cosas, pero sobre todo, le permitió recordar cómo era su abuelo.

Muchas veces, las ideas simplemente crecen; no tienen un punto fijo, un origen concreto ni una razón específica. Quizás la idea siempre estuvo ahí: componer una canción sobre su abuelo, sobre el viaje y sobre las decisiones que llevan a una persona a cruzar el mundo, insertarse en otra cultura, en un lugar desconocido, y comenzar de cero.

“En esa época estaba pensando mucho en la trascendencia” dice Gus “no quería pasar por esta vida de forma banal o superflua. Lo cierto es que no quería que todo quedara sin huella. Me pareció que la historia de mis abuelos era importante y que, tal vez, en generaciones posteriores, nadie recordaría lo que ellos hicieron. Pensé que era una forma de homenajearlos, de dejarlo plasmado en un registro para el futuro”.

En 2015 compuso la canción “Entre claveles”. Gus no se considera un instrumentista. Estudió armonía de chico y aprendió a componer. Luego de pensar una letra y una melodía, trabaja con un productor musical.

Así surgió la versión en español de la canción, que tuvo la oportunidad de cantar en Okinawa, en la misma ciudad donde nacieron sus abuelos maternos. Y allí, cuenta, conoció a Yuko Nakasone que, con el tiempo, se convirtió en su mánager. Ella le propuso producir la canción en japonés para que los okinawenses pudieran comprender más profundamente la historia de su abuelo, “para que los mismos okinawenses entendieran lo que significa el sacrificio, la inmigración. Y me hizo la traducción, no literal, sino con sus propias palabras, para que fuera comprensible para ellos y les llegara de manera más profunda”. La versión en japonés se llamó “Jikuu no hana”.

Gus en el Festival do Japão en San Pablo, Brasil, 2017.

Al año siguiente, Gus viajó a la Convención Okinawense “Uchinanchu” que se organiza cada 5 años y participó del festival de música de este evento en Okinawa. El festival reúne a okinawenses de todo el mundo y durante cuatro días se realizan eventos en distintos lugares de la prefectura. Gus sabía que ese sería un gran momento para que el mensaje de su canción llegara a una audiencia mayor.

La pregunta que se hizo fue: ¿cómo hacerlo? “Ahí se me ocurrió que quizás, haciendo una animación, sería mucho más visual y transmisible. A todo esto, pensé que si yo lanzaba la canción directamente, no tendría el mismo impacto que contaba la historia detrás de la canción. Por eso se me ocurrió hacer un diálogo previo, donde se cuenta la historia”. Gracias al impacto que tuvo la canción en el festival, y al empuje de Yuko Nakasone, Gus realizó giras en Japón durante los años 2016, 2017 y 2018.

Gus había participado de la Convención Panamericana Nikkei (COPANI), evento que se realiza cada dos años y que reúne a las comunidades nikkei más importantes de la región (Argentina, Brasil, Perú, Canadá, México, Paraguay, entre otros), en dos oportunidades: como cantante en el 2017 y como participante de Lidercambio de Perú, en el año 2011. Con la canción, los horizontes se ampliaron.

Tuvo la fortuna de presentarse en el Festival Do Japão y el Festival de Okinawa de São Paulo, en Brasil. También, durante la pandemia, participó en varios eventos virtuales de Brasil, Hawái y Estados Unidos. Mientras tanto, la canción definió una línea de trabajo: compuso una canción llamada “Nakurunausá”, una palabra de la lengua okinawense que significa: “con el tiempo, todo se solucionará, vive con calma y persevera, las cosas se acomodarán con paciencia y esfuerzo”.

También compuso otra canción sobre la mujer nikkei y a comienzos del 2025 planea sacar un nuevo single llamado “Moashibi”, una palabra que se asigna para hablar de las reuniones que los jóvenes realizan por la tarde para bailar canciones tradicionales de la isla.

Gus en el estudio de grabación en Buenos Aires, Argentina.

El 8 de febrero del 2025, Gus se presentará para el aniversario número 20 de la página Discover Nikkei. El evento se realizará en su sede central en la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

Cuando se le pregunta por qué los eventos sociales son tan importantes para la comunidad nikkei, dice:

“Sin duda, cada evento en el que participé tuvo un impacto en mí, tanto personal como cantante. Lo primero que destaco es la posibilidad de haber generado amistades únicas en cada ocasión y, al mismo tiempo, la alegría de reencontrarme con amigos que había conocido en eventos anteriores. Más allá de lo social, cada experiencia musical fue enriquecedora y significativa.

Jikuu no Hana” me abrió las puertas a la comunidad y se convirtió en la pieza que interpreté en cada evento al que fui invitado. Lo que más me conmovió fue que, al terminar de cantarla, mucha gente se acercaba para compartir sus propias historias familiares. Muchas de esas historias reflejaban emociones y vivencias similares a las que yo había plasmado en la canción. Ese es el poder más hermoso que tiene la música.”

* * * * *

El 8 de febrero, Gus Hokama participará como panelista en un panel de discusión sobre historias de familias nikkei internacionales como parte del Festival de Descubra a los Nikkei, que celebra el 20° aniversario de Descubra a los Nikkei. Además, Gus interpretará sus canciones originales en la recepción del festival. Inscríbase para asistir en persona o de manera virtual.

 

© 2025 Fernando Krapp

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Acerca del Autor

Cineasta, periodista y escritor. Estudió Letras (UBA) y guión cinematográfico (ENERC). Nación en 1983 en Adrogué, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudió guión de cine y literatura. Publicó Bailando con los osos (2013), Una isla artificial. Crónicas sobre japoneses en la Argentina (2019), Es solo una película. El cine según Martín Rejtman (junto a Pablo Chernov, 2023) y ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (junto a Damián Huergo, Premio Mejor Ensayo del Fondo Nacional de las Artes, 2023). Dirigió las películas Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini (con Agustina Massa, 2014, Premio Argentores), El volcán adorado (2017) y El amo del jardín (a estrenar en 2025). Como guionista colaboró con Francisco D'Eufemia, Manuel Abramovich, Pedro Barandiaran, entre otros y como periodista con Radar y Radar Libros, Revista Agenda, Gatopardo, Revista Coolt y Anfibia.

Última actualización en enero de 2025

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