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Cuando llegue el momento

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Alejandro Sakuda, Manuel Kawashita, Luis Iguchi, Juan Mabe.

Una antigua canción mexicana me hace acordar aquellos viejos momentos ya vividos. La tendencia de todo lo nuestro es vivir de acuerdo con lo que llegue y los años, aquellos que ya se fueron. Vivirán siempre en ese espectacular rincón donde la memoria nos dibuja lo maravilloso que fue nuestra vida. Hoy mis 82 años nada me representan. Mi memoria va cambiando día a día y pienso que todo lo nuestro es un pasado que, poco a poco, se irá de nuestro lado. ¿Que si fue maravillosa nuestra vida? Sí lo fue.

Cuando llegue el momento y me acuerde de aquellos instantes en que me sentí agobiado de tantas cosas que nos suceden en la vida. Perder a los padres de niño y no verlos nunca más, tal vez sea para una criatura un adiós irreparable y un sentir de llevarlo de por vida. Viviendo en los Barrios Altos desde los cuatro años hasta los ocho, con la familia Hirano Matzumura, fue correr y mataperrear tanto en Lima como en Huacho, donde mi madrina, la señora Matzumura, tenía su familia en una chacra de Carquín.

Luego en la ciudad de Jauja, desde los ocho años hasta los veinte, con los esposos Benito Araki y su señora Maximina Miyada, donde la despedida en los años sesenta fue una amarga soledad en una noche donde el ómnibus Sudamericano de entonces, que gemía en cada curva. Estar nuevamente en la capital era volver a mi infancia de los Barrios Altos.

Pero el destino ya no era el mismo. Conocer a mis tías Consuelo, Rosa, Clorinda, Bertha y mi hermana Juana eran la razón de estar nuevamente en la capital. Tenía a mis amigos de los Barrios Altos. La familia Hirano. Julia, Máximo y Michico, y a la familia Yanahura. Soichi, Eduardo, Coco, Ñaña. Y varios amigos peruanos de los que ya no recuerdo sus nombres. Solo el Cine Continental y la plazuela, el Cementerio Presbítero Maestro, la bajada de Martineti donde pasaba el Tren del Ferrocarril Central, más la calle donde estaba el Colegio Ramón Espinosa, aquello fue el lugar de mis mataperradas.

Juana, Consuelo, Luis Iguchi, Clorinda y Bertha. Familia.

Ser amiguero, pienso, fue lo mejor que hice en mi vida. Porque la razón de estar nuevamente en Lima fue la amistad, la vida que me llenó de amigos. Y fueron ellos en los años sesenta los que me invitaban al cine, a los restaurantes, a los juegos, a los paseos y nunca me hacían sentir incómodo. Comenzar de nuevo una vida sin educación y experiencia era volver a nacer. Pero ellos, que me sentían como la familia, tenían todo ese amor que me dieron con su amistad. Y siempre los recuerdo y les agradezco con lo mucho que me regalaron y me alentaron en cada trabajo que me conseguían.

Manuel Kawashita, Víctor Aritomi, Eucario Tanaka, Juan Goya, Daniel Tagata, Manuel Kanashiro, Juan Mabe, nisei chileno, Alejandro Sakuda, Ricardo Fujita, Alfredo Kato, Dante Aray, Julio Yamashiro, Samuel Matsuda. A todos ellos les agradezco su amistad. Fue el valor que siempre impera en mí, en cada día que pasa y siento por aquellos que partieron, que la emoción de esos recuerdos me hace sentir que la vida es la actitud franca, honesta y sencilla en cada día que me toca vivir. Y por aquellos que en vida me acompañan. Mi gratitud, cariño y deseos de volvernos a ver. La vida no es otra cosa que el volver a encontrarnos y sentir que los años siempre serán un peldaño más en el recuerdo de mis viejas amistades.

Juan Mabe, Daniel Tagata, Eucario Tanaka, Juan Goya, Manuel Kawashita entre otros personajes.

Cuando llegue el momento… y llegó. En el mes de julio de este año venció mi brevete y una noche consulté con mi almohada si quería seguir manejando. Después de 64 años piloteando el carro por distintos lugares de la capital y el país tuve que encontrarme con mi propia verdad.

Ya no era el mismo de siempre, ni la misma actitud de manejar el timón. La memoria era una situación de olvido y respeto, y la actitud del cuerpo era sentirme cada vez más débil. Las piernas eran una situación de cualquier dolor o en cualquier momento. Tenía el temor a encontrarme con cualquier motociclista que se me cruzara en un tráfico que cada día se ve más esquizofrénico o quizá ya no estaba en esa generación que manejan a cien por hora.

Los años no pasan en vano y la actitud de vivirla tiene uno que cambiarla. Hoy cinco meses después me siento tranquilo sin manejar. ¿Que si extraño el timón? Sí, lo extraño, pero soy consciente de que ya no estoy para ese tipo de trabajo o hobby, como lo puedan llamar otros. Una vez más pienso que todo tiene su época o sus años de vivir la vida a como nos llegue.

Hoy no hacer nada es quizá un regalo después de trabajar desde los 12 a los 72 años. Ochenta y tres es lo que cumplo el año que viene y estamos cerca. La amistad tal vez se sienta distinta a como lo fue en mi infancia y juventud. Hoy más que nunca busco el refugio de descansar y no el de corretear como en mi infancia y juventud. Y encuentro entre el AELU y la APJ la sinceridad de los antiguos amigos y el anuncio y respeto de los nuevos que son una enseñanza en la vida de cada persona.

¿Que si ha cambiado mi vida de muchacho y joven? Sí, ha cambiado. En la temprana edad uno busca llegar a triunfar en todo, sea en el deporte, el trabajo, la educación o el asombro de tener un negocio y progresar. Hoy ya no, y presiento que con más edad la tecnología la tengo que olvidar.

Recuerdo que cuando tenía 79 años, un día llamé con mi celular al periodista más conocido de la colectividad. Alfredo Kato. Lo llamé a su teléfono fijo y le pregunté: “Alfredo, dame el número de tu celular para enviarte recordadas canciones de nuestra época”. “No tengo”, me contestó. Yo, de broma, le dije: “Que te compren tus hijos”. “No”, me dijo. “Yo no quiero porque la tecnología actual ya no la entiendo y cada año que pasa me siento más incómodo con las nuevas realizaciones”.

Hoy, tres años después, lo comprendo. La tecnología es un problema total para nuestra mente, tanto en celulares como en la televisión. Y, si no me equivoco, Alfredo Kato ya está en los 86 años. Toda una hazaña porque en mi laptop día a día admiro los artículos de Alfredo, las fotografías de su amorosa familia y las historias de sus grandes pasos como periodista del diario El Comercio.

Alejandro Sakuda, Ricardo Fujita, Luis Iguchi, Manuel Kanashiro, Daniel Tagata, Alfredo Kato, Víctor Aritomi y EucarioTanaka.

Cuando llegue el momento… Y cada vez que prendo el televisor lo primero que veo es YouTube, un canal que presenta distintos videos de distintos lugares del mundo y, como soy fanático de la pesca, busco los videos que más me sorprenden. La pesca es lo que más me entretiene.

En mi época eran el cordel, dos anzuelos y su plomo. La tabla y los pocos que tenían su caña de pescar. Ahora no, casi todo es con botes ligeros y admirables, y como trabajo, los espineles de distintas formas y distintos métodos de pesca. La coladera que nunca tuvimos el pensamiento de usarla. La veo con frecuencia en los botes y su malla a su costado, donde se ve la variedad de peces que ingresan a ella.

Al mirar aquellos videos ganas me dan de volver a ese deporte que fue tentación, viajes, amistad, recuerdos y amigos inolvidables que ya se fueron a gozar a otro mundo y con la pena de tener una oración de sincera amistad. Todavía los recuerdo: Armando Uema, Víctor Guerra, Máximo ´Cholo’ Hirano, Jaimito Vattuone, Pedrito Luna, Luis Matzumura, Carlitos Sanrindo, ‘Yoyo’ y ‘Ojo de uva’.

A todos ellos mi más sentida oración. Hoy me encuentro solo y sin un pescador. Pero veo en YouTube la razón de seguir admirando toda una etapa de mi época y buscar la mochila para ponerme a llorar. “Cuando llegue el momento de decirnos adiós, no hagas caso del alma, no te fijes en nada. Abandona mi amor”.

 

© 2023 Luis Iguchi Iguchi

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About the Author

Luis Iguchi Iguchi was born in Lima in 1940. He was a contributor to Perú Shimpo and Prensa Nikkei. He also wrote for magazines such as Nikko, Superación, Puente and El Nisei. He served as president of the Club Nisei Jauja in 1958 and was a founding member of Jauja N° 1 Fire Brigade in 1959. He passed away on November 7, 2023.

Updated December 2023

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