I
Siempre fui muy apegada a mi madre. Cuando preparaba la comida, estaba a su lado y le preguntaba “¿Qué es esto?”
Desde niña siempre me llamaba la atención los dibujos que había en la cocina. Aún hoy los recuerdo. Mis preferidos eran los de la lata de sardina y la ilustración de una bolsa de avena.
La sardina parecía tener anteojos y le decía a mi madre “Este es papá” y ella se divertía. El hombre que estaba en la bolsa de avena, por tener peluca, creía que era una mujer, idéntica a una señora alemana que vivía en el vecindario. “¿por qué está la señora en la bolsa?” preguntaba. Mi madre pensaba “ ¡Qué imaginación que tiene esta niña!”
Luego, conocí los dibujos que se movían; el cine. Quedé encantada.
Esperaba con mucha ansia los matiné de los domingos. Iba con mis amigos del vecindario a pie al Cine Maracaná. ¡Cúanta nostalgia! Pasaban comedias brasileras y las películas del oeste americano.
La sala estaba colmada de niños. En los momentos de suspenso gritaban, en la parte del clímax, aplaudían y silbaban. Hacían ruído con los pies. Era una locura.
No solo era el matiné. Mi padre creía que debía conocer los usos y costumbres japoneses y empezamos a ir con mi madre a ver películas al barrio de Liberdade. En la preparatoria iba con mis amigas.
Pasaron muchos años y no recuerdo bien los títulos y las historias de cada película. Pero recuerdo la sensacional serie Wakadaisyo de Yuzo Kayama. Tora san de la serie “Es duro ser hombre”. Me gustaba el trío de Hibari Misora, Izumi Yukimura y Chiemi Eri. No solamente había escenas románticas en Hawai, sino escenas de los night club de pos guerra, despedida del novio en el puerto, viaje nocturno en tren para olvidar una pena de amor - escenas de las más variadas sellaron mi memória.
Así tuve un extenso y rico repertorio de películas.
II
Cierto día, a los 16 años, leí que promocionaban una película japonesa.
Era la rutina tiene su encanto del director Yasujiro Ozu. Me llamó tanto la atención que quise ir a verlo.
“Se produce el encuentro y nace un vínculo” Viendo esta película conocí esta bella frase y me enamoré de la película.
Mi forma de ver las películas japonesas cambió a partir de esta película.
La rutina tiene su encanto fue el último film de Ozu (1962). Lo ví en una sala de circuito comercial pero vi las otras obras en programas especiales de la televisión brasilera o cuando había una retrospectiva de sus obras.
Yasujiro Ozu es reconocido como el más japonés de todos los directores japoneses comparado a un fabricante de tofu que prepara su producto con maestría artesanal.
Leí esto en el libro de Ozu: el extraordinario cineasta de la cotidianeidad (Editora Marco Zero) que adquirí en 1991.
Cuando vi la primera película hace más de 20 años, desconocía cualquier dato de Ozu, pero el impacto fue grande.
Vi un buen número de películas que tratan el tema de la familia: un padre que se queda solo porque la hija se casa. Padres de edad que deben vivir junto a su hijo o hija, la muerte de algunos de sus padres. Historias que ocurren en cualquier casa de familia.
Pero la familia de Ozu es una familia especial. Es como si fuera la familia de uno, tan natural que nos estremecemos.
La hija no piensa en casarse para no dejar a su padre. El padre al enterarse, le comenta que se casará. La hija se tranquiliza y decide casarse. El padre que vuelve del casamiento se sienta en la cocina y llora silenciosamente.
Esta última escena de La rutina tiene su encanto es inolvidable. Es memorable la actuación de Chishu Ryu en el papel del padre.
Padre e hija, Era una vez en Tokio, Buenos días, Días de otoño, Fin de verano y La rutina tiene su encanto son tesoros que guardo con cariño dentro de mi corazón.
“El sueño de la niña que le gustaba ver películas” es justamente ver nuevamente esas obras que trasmiten simpleza y toque humanidad. (Pasa el tiempo y la niña se transforma en señora, pero confía que el sueño se hará realidad).
P.S: Algún tiempo despúes de escribir este artículo viajé a Japón. Antes de regresar a Brasil, vi un artículo sobre un festival de cine con obras de Yasujiro Ono. Era el 10 de enero de 2009. Fui a verlo. La película se llamaba Ukigusa monogatari. Era la primera vez que veía esa película, me emocioné mucho con el acompañamiento de música y narración en vivo, tal como era en ese tiempo del cine mudo. Las películas que mi madre veía cuando era niña (alrededor de 1925) era del cine mudo. Pude ver del mismo modo “benshi” y pense ¡Qué suerte!- De hecho, los japoneses tampoco tienen la oportunidad de tener esta experiencia.
Así la “Señora de la película” se sintió plenamente realizada. Pero los sueños continúan por mucho más.
© 2011 Laura Honda-Hasegawa