Michiko Tanaka nació en plena Guerra del Pacífico, en el mes de abril de 1943 en la ciudad de Tokio. Durante ese año, las fuerzas navales norteamericanas ya habían tomado la ofensiva al ganar la batalla de Midway y logrado expulsar al ejército japonés de la Isla de Guadalcanal en el Pacífico Sur. A partir de ese momento, el avance de las fuerzas norteamericanas sería incontenible hasta agosto de 1945 cuando ingresaron victoriosas a la bahía de Tokio. El pueblo japonés, aunque aún se encontraba lejos de las batallas militares, era el que sostenía la guerra con su esfuerzo y sacrificios, y día con día mantenía a la enorme maquinaria militar del Imperio Japonés que consumía más y más recursos materiales y un número creciente de su población.
En ese año de 1943, el gobierno japonés dispuso el traslado de escuelas primarias a zonas rurales para proteger a los niños de posibles ataques aéreos. En el año de 1944, Michiko, junto con su hermana mayor, Mako, y su madre, Sumiko, que se encontraba embarazada, afortunadamente se trasladaron a las montañas de Kyushu, a más de mil kilómetros de distancia de la capital.
A mediados de ese año, las fuerzas navales estadounidenses tomaron la Isla de Saipán y de este modo la aviación norteamericana, mediante sus gigantescos bombarderos B-29, tuvo a su alcance a más de 60 ciudades japonesas para bombardearlas de manera abierta. En el mes de marzo de 1945, la casa de los Tanaka en Tokio quedó totalmente destruida por los bombarderos que ya volaban a cielo abierto sobre Japón ante la incapacidad de la defensas antiaéreas de alcanzar la altura de los B-29. Las bombas tradicionales y las incendiarias de napalm dejaron destruida y en cenizas humeantes a gran parte de la capital, además de causar la muerte de cerca de 100 mil personas. Este bombardeo prefiguró el horror que habría de vivirse unos meses después en Hiroshima y en Nagasaki.
El traslado de la familia Tanaka se debió también a que la madre de Michiko, como ya señalé, se encontraba encinta. La bebé nació en el pequeño pueblo de Fukada, en Kyushu. Sumiko y las tres niñas se encontraron solas pues el padre de Michiko, Toshio, había sido trasladado a Indonesia a administrar una planta de acero que el ejército imperial estaba construyendo. La situación de la familia en ese pequeño poblado, aunque alejada de las bombas, le significó grandes sacrificios debido a la falta de carbón y hasta de cerillos que permitieran cocinar los escasos y racionados alimentos con que contaba cada familia. Además, el gobierno japonés comenzó a organizar a las mujeres y niños para que se hicieran cargo de la defensa de su territorio ante la inminencia de la ocupación de las fuerzas militares norteamericanas. Gracias a los dibujos y al diario de Mako, así como las notas de su madre podemos reconstruir esta etapa de sus vidas.
Los recuerdos de Michiko no alcanzan a registrar de manera muy nítida esos primeros años de su infancia, sólo empezaron a dejar huella en su memoria hasta poco después del fin de la guerra. Esta etapa fue tan dolorosa como la que se vivió en pleno conflicto. La población nuevamente fue la que cargó con los costos de la reconstrucción del país que quedó en ruinas. Uno de los primeros problemas de posguerra fue la repatriación de más de cinco millones de personas, militares y civiles, entre ellos el padre de Michiko, que se encontraban en las amplias zonas ocupadas por Japón, a las que de pronto había que alimentar y dar trabajo.
Michiko tiene bien grabado en su memoria esos difíciles años. Uno de sus primeros recuerdos fue el largo y cansado viaje de retorno en tren a Tokio que duró varios días en el verano de 1946. En ese viaje recuerda cómo un pasajero saboreaba el racimo de uvas que cargaba, consumiendo una por una como si así fueran a durar más. La escasez de alimentos, de utensilios para cocinar y otros bienes, ya durante la ocupación norteamericana, se mantuvo por varios años al grado que la hambruna estuvo a punto de desatar una gran revuelta popular. Un ejemplo que ilustra la terrible situación que se vivió fue que el arroz, alimento principal del pueblo japonés, no se llegó a consumir regularmente sino hasta la década siguiente.
Michiko, en Tokio, empezó a asistir a un jardín de niños en un templo budista. En ese entonces vivía con su abuela paterna, Oto, quien cultivaba una pequeña huerta de cocina que permitió aligerar la falta de alimentos de la familia. Cuando Michiko empezó a asistir a la escuela primaria, logró alimentarse al menos una vez al día de manera adecuada debido al programa de alimentos escolares que ayudó a paliar la desnutrición que los niños acarreaban a consecuencia de la guerra y de la destrucción de Japón.
El padre de Michiko fue electo en 1946 para formar parte de la Cámara de Representantes. Como representante de la prefectura de Fukuoka, le asignaron un pequeño departamento en Tokio. La familia Tanaka tuvo así un lugar donde residir pues muchas familias se vieron obligadas a vivir en la calle o en los túneles del tren o del metro ante la escasez de viviendas que la capital experimentó a lo largo de varios años posteriores a la guerra.
La ocupación norteamericana del archipiélago terminó en el año de 1952, aunque su ejército siguió conservando varias bases militares en territorio japonés. Michiko finalizó sus estudios de primaria e ingresaría de inmediato a la escuela secundaria. En esos años, escuchó por primera vez el nombre de México. Su hermana Mako la llevó a la Gran Exposición de las Artes de México (Mekishiko dai bijutsu-ten) en el Museo Nacional de Tokio. La muestra de arte prehispánico, popular y de pintura de más de 2 mil objetos, le causó una gran impresión a ella y a miles de personas que abarrotaron el Museo.
Al inicio de la década de 1960, Michiko ingresó a la Universidad de Tokio, en el área de Humanidades. Cuando ya se encontraba en el primer año de la Universidad, en 1962, apareció en la prensa una convocatoria para que estudiantes japoneses realizaran estudios en la Unión Soviética, en la recién creada Universidad Rusa de Amistad de los Pueblos, conocida como Patricio Lumumba.
A Michiko le interesó postularse para obtener un lugar en esa Universidad, pero antes de tomar una decisión solicitó consejo a un profesor amigo de su padre, el etnólogo Eiichiro Ishida, quien la alentó para que ingresara y se trasladara a la Unión Soviética.
En Moscú, Michiko conoció a varios estudiantes mexicanos que habían ingresado a la Lumumba. Uno de ellos era un estudiante de economía, Américo Saldívar, con quien se casó en el año de 1965 y con quien procrearía su primera hija, Emiko, nacida en Moscú.
Al finalizar el año de 1967, Michiko se graduó con honores en el área de Historia y junto con su esposo tuvieron que tomar una decisión trascendental: trasladarse a Japón o a México.
© 2023 Sergio Hernandés Galindo