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Presidente de la Asociación Peruano Japonesa en un año para la historia

Juan Carlos Nakasone, cuando juró como presidente de la APJ. Fotos: Asociación Peruano Japonesa.

2024 será un año grande para la comunidad nikkei en Perú porque celebra el 125 aniversario de la inmigración japonesa al país.

Pero antes de llegar allí, conviene detenerse un rato en un 2023 cuyos ecos aún se oyen, un año especial para la institución rectora de los nikkei peruanos, la Asociación Peruano Japonesa (APJ).

Su presidente, Juan Carlos Nakasone, mira hacia atrás para compartir sus recuerdos e impresiones sobre un periodo lleno de vivencias para enmarcar.
 

VISITA REAL

En 2023, Perú y Japón celebraron 150 años de relaciones diplomáticas. Ambos gobiernos se encargaron de los actos conmemorativos, con el apoyo de la APJ cada vez que fue convocada.

Su presidente recuerda con afecto la visita a Perú en noviembre de la princesa Kako, hija del príncipe heredero Fumihito, para participar en las actividades alusivas al aniversario.

“Fue una sorpresa encantadora”, dice, en alusión al hecho de que su presencia en el país se confirmó a última hora.

En su atiborrada agenda, que incluyó una reunión con la presidenta de Perú, la comunidad nikkei ocupó un espacio relevante.

La princesa visitó el Centro Cultural Peruano Japonés (CCPJ), donde interactuó con dirigentes nikkei y sostuvo un ameno intercambio con la issei Kamado Arakaki, de 104 años. Kako se agachó para facilitar la comunicación con la obaachan y esta —sus manos entrelazadas con las de la joven— le contó a grandes trazos su vida de inmigrante.

  La comunidad nikkei agasaja a la princesa Kako durante su visita a Perú. Fotos: Asociación Peruano Japonesa.

Kako también plantó un pino en el jardín del CCPJ, manteniendo una tradición que inauguraron los entonces príncipes herederos Akihito y Michiko (sus abuelos) en 1967, año en que se abrió el centro cultural, y que prolongaron varias décadas después sus padres y su hermana Mako.

El Puente de la Amistad Peruano Japonesa es una ineludible parada cuando se trata de recordar u homenajear a los inmigrantes japoneses (tiene inscritos los nombres de los 790 issei con los cuales comenzó la historia de la comunidad en 1899) y la princesa también lo visitó, dejando como testimonio de su asistencia una ofrenda floral. 

En realidad, Juan Carlos Nakasone ya conocía a la princesa. Su primer encuentro con ella fue en octubre, cuando encabezó una delegación de la APJ que viajó a Japón para recibir, a nombre de la institución, el premio de la Fundación Japón, el otro gran acontecimiento que marcó su mandato.


PREMIO EN TOKIO

Una combinación de “placer, sorpresa y orgullo” supuso para la APJ —explica su máximo directivo— recibir el premio de la Fundación Japón por méritos como la difusión del idioma japonés en Perú, la transmisión y el fomento de la cultura japonesa, sus servicios de salud, sus actividades sociales y su contribución al estrechamiento de las relaciones entre ambos países.

Juan Carlos Nakasone (tercero desde la derecha) recibe el premio de la Fundación Japón. En la foto aparecen la ministra de Asuntos Exteriores de Japón, Yoko Kamikawa, y la escritora Yoko Ogawa, también galardonada. Fotos: Asociación Peruano Japonesa.        

La Fundación Japón también reconoció la labor editorial de la APJ, materializada, por mencionar un caso, en la primera traducción directa del japonés al español de la obra clásica El relato de Genji,un trabajo que ha tenido demanda de otros países, entre ellos España.

Cuando una institución recibe una distinción, quienes suelen aparecer en las fotos y colgarse las medallas son los directivos. En el caso de la APJ, sin embargo, se movilizó a Japón un grupo de trabajadores con muchos años de trayectoria en la institución y plenamente identificados con ella para que también recibieran los aplausos.

Juan Carlos Nakasone siempre los pondera. Ellos son “quienes dan la cara y ofrecen los servicios que la institución brinda a la comunidad en general, en la parte cultural, educativa, asistencial, de salud”.

Durante su estadía en Japón, el presidente de la APJ ofreció una conferencia sobre la institución y la historia de la inmigración japonesa a Perú.

Entre el público oyente había una invitada ilustre, que estaba de incógnito en una sala contigua: la princesa Kako.

A la comitiva peruana se le informó de su presencia, así como de su interés en saludar a los miembros de la institución.

“Demostró ser una persona bastante jovial, sencilla.Nos extendió la mano a todos, a pesar de que previamente nos habían dicho que nos debíamos guardar el saludo y solamente hacer la reverencia, pero ella tomó la iniciativa y—con mucho gusto— todos le extendimos la mano”, recuerda el presidente.

Kako saludó uno por uno a cada integrante de la APJ y preguntó por la tarea que cumplía. Se sorprendió cuando supo que uno de ellos, Justino Páucar, coordinador de eventos, lleva 47 años trabajando en la institución. 

A Juan Carlos Nakasone le preguntó por su abuelo. Atenta a su exposición, la princesa había escuchado que su ojiichan también había presidido la APJ cuando se llamaba Sociedad Central Japonesa.


VIAJAR A JAPÓN PARA ATRAER A LOS JÓVENES

Otro hecho para subrayar de su gestión fue la revelación de que la población nikkei en Perú es mucho mayor de lo estimado. Gracias a un convenio con el organismo público encargado de la identificación de todos los peruanos, se conoció que en el país hay alrededor de 200.000 personas con ancestros japoneses.

Existen, al menos, seis generaciones de nikkei.

Esta diversidad generacional implica, a juicio del presidente de la APJ, un desafío.

“Los sansei llevamos todavía la cultura recibida de parte de los ojiichan, pero el yonsei no ha tenido, no ha gozado de la transferencia directa del issei”, advierte.

“Son los sansei los que les transmiten el bagaje recibido, pero no es la totalidad, entonces vamos perdiendo un poquito la identidad original y nos vamos identificando más con la (identidad) nacional, en donde convivimos y hacemos nuestra vida cotidiana”, añade.

“La idea es justamente, en la medida de lo posible, poder transferir la mayor cantidad del bagaje cultural que uno recibe. Yo siempre he dicho que los issei son lumbreras que nos han transmitido su cultura...Y esta cultura, incluso, ya ha variado con respecto a Japón, ya ni siquiera la viven, pero nosotros la seguimos transmitiendo”.

Aquí, el sansei, entre risas, pone como ejemplo el uso de palabras que los inmigrantes japoneses transmitieron a sus descendientes, como “obenyo” (baño), que ya no se usan en el Japón de hoy.

En la embajada japonesa, dice, se sorprenden cuando se enteran de que los nikkei mantienen expresiones o costumbres japonesas antiguas que han desaparecido en el mismo Japón.

Con relación a lo anterior, el presidente de la APJ comparte una singular experiencia que vivió en Okinawa, la tierra de sus ancestros, en 2023.

Juan Carlos Nakasone fue recibido por funcionarios de la sureña prefectura, encabezados por el vicegobernador okinawense.

En medio de la reunión, les dijo que la comunidad peruano uchinanchu necesitaba “asesores espirituales” (yuta) para que orientaran a sus miembros acerca de cómo llevar con propiedad el butsudan, pues los que tenía habían fallecido.

Al principio, recuerda, los okinawenses tomaron “jocosamente” su petición, pero luego reflexionaron sobre ello y la aceptaron.

La anécdota vale para mostrar cómo hay nikkei en Perú que mantienen con devoción las tradiciones heredadas de sus antepasados.

Volviendo a la jóvenes, Juan Carlos Nakasone insiste en la necesidad de fortalecer la nikkeidad en las nuevas generaciones, un objetivo que exige un esfuerzo constante para atraerlos a la vida comunitaria.

Pone como ejemplo a su propia hija, a quien siempre busca persuadir de que participe en las actividades institucionales nikkei.

El presidente de la APJ está convencido de que una manera eficaz de captar el interés de los jóvenes es que viajen a Japón.

Lo vivió en carne propia con su hija, que tuvo la oportunidad de conocer Japón y quedó prendada del país, hasta el punto de expresar que le gustaría vivir allí.

Japón, dice, debe flexibilizar sus restricciones fronterizas para facilitar la visita de peruanos a su territorio; es un tema que siempre plantea cuando se reúne con funcionarios de la embajada japonesa.

“Necesitamos que nuestros jóvenes puedan ir a Nihon. Es una forma importante para que adquieran el arraigo, reconozcan su descendencia y se identifiquen”, dice.

Sus más de 20 años como parte de la APJ en todos sus estamentos le permiten afirmar con certeza que eso funciona: “Soy testigo y doy fe de que los jóvenes cuando van a Japón se identifican plenamente con su descendencia”.

“Creo que la contribución de Japón a las comunidades nikkei de ultramar es facilitarnos que los miembros de nuestra comunidad visiten Japón, se identifiquen, tengan una vivencia, para que esto siga fluyendo dentro de nuestras comunidades, porque tiene que haber un punto de partida de identificación.Ya no tenemos a los issei, no tenemos a las obaachan. Nuestra contribución a la transferencia cultural se podría ahondar con la visita de los chicos a Japón”, remacha.

Delegación de la APJ que viajó a Japón para recibir el premio de la Fundación Japón. Fotos: Asociación Peruano Japonesa.  


OJIICHAN Y OBAACHAN EN EL RECUERDO

Al año del 150 aniversario le ha seguido el de los 125 años de la inmigración japonesa, ocasión como pintada para recordar a los issei.  

El presidente de la APJ no pudo conocer a su abuelo materno, pero sí al paterno, el que fue presidente de la Sociedad Central Japonesa. “Como todo japonés, duro, hasta dictatorial, pero todo el mundo le rendía la pleitesía respectiva, nadie ponía en tela de juicio sus órdenes”, dice.

De su ojiichan aprendió el valor del trabajo. Los Nakasone tenían un bazar en el centro de Lima, en el primer piso de una construcción que en el segundo funcionaba como vivienda.

“Trabajábamos mañana, tarde y noche”, recuerda. Gracias a ese trabajo pudo financiar sus estudios universitarios

Fue también su abuelo el que sembró en él su vocación de servicio, su apego a la institucionalidad nikkei. Joven, con el permiso de conducir recién estrenado, se convirtió en el chofer de su ojiichan. Lo llevaba al Centro Cultural Peruano Japonés para las actividades de la Sociedad Central Japonesa, lo esperaba mientras estas se desarrollaban y lo llevaba de vuelta a casa al acabar. Fue así que, poco a poco, comenzó a familiarizarse con la institución.

Por otro lado, a su obaachan la recuerda como “un pan de Dios”, con mucho cariño. “Yo era chonan, por ende creo que he sido el engreído”, se ríe.

“Extraño los platos okiwaneses que preparaba, ashitibichi, sus encurtidos de daikon...”, rememora.

Su abuela tocaba shamisen, instrumento que él conserva, así como su rallador de daikon, sus tesoros personales.

Hablar sobre sus abuelos —que se comunicaban entre ellos en nihongo y uchinaguchi— resucita un recuerdo con el que muchos nikkei se identificarán:

“Antiguamente en Lima se estilaba cerrar los negocios y hacer hirune. Como nosotros vivíamos en el segundo piso, convergíamos todos los empleados y almorzábamos juntos.Me acuerdo de que a la una, creo, se encendía la radio para escuchar radio Inca y en especial el obituario, para ver quiénes fallecieron. Aunque se recibía Perú Shimpo, era tradicional encender la radio, escuchar música y después las defunciones”, recuerda, en alusión a un programa radial donde se transmitía música japonesa, se informaba de las actividades de la comunidad y, como colofón, se nombraba a las personas que habían muerto. 

Los obituarios siempre han sido importantes para los nikkei, que hasta hoy mantienen la costumbre de llevar sobres con dinero a los velorios.


EPÍLOGO

En el tramo final de su mandato, Juan Carlos Nakasone dice que no imaginó que dirigiría a la APJ: “Te soy sincero, no pensé en presidir la institución porque, como se dice, no todos llegan a ser generales. Pero se dio la oportunidad, el espacio, y sin querer queriendome ha tocado presidir la institución en actividades celebratorias bastante importantes”.

Ha sido “un orgullo familiar, personal”, agrega. Punto final para una gestión que se despide tras un año histórico.

 

© 2024 Enrique Higa Sakuda

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Acerca del Autor

Enrique Higa es peruano sansei (tercera generación o nieto de japoneses), periodista y corresponsal en Lima de International Press, semanario que se publica en Japón en idioma español.

Última actualización en agosto de 2009

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