Cada vez que miro a Japón siempre algo me sorprende, desde la estética forma de su mapa geográfico, casi en forma de dragón, hasta las suaves caídas de la nieve en las laderas del monte Fuji, contrastando con esos hermosos tonos de sus cielos y sus paisajes que se suceden con los cambios de estación.
Esta vez he quedado fascinada al darme cuenta de que el tomar el té se ha convertido en arte. La ceremonia de té como arte no es reciente. Provino de China en el Siglo XII, pero en Japón se empezó a desarrollar alrededor de los siglos XV a XVI. Murata Jukoo es conocido en la historia como el primero que lo desarrolló como práctica espiritual. Sen no Rikyu, perfeccionó el “camino del té”, es la figura histórica más conocida y reverenciada de la ceremonia de té.
Siguiendo las enseñanzas de su maestro Takeno Joo, llevó al desarrollo completo del “camino del té” (chadō), perfeccionando además muchas nuevas formas en la arquitectura, jardines y arte. Él enseñó el “ichi-go ichi-e” (una vez, un encuentro), que fue tomado de un libro Ichieshu escrito por li Naosuke, el wabi o la estética de la serena elegancia y simplicidad, y los principios de armonía (和 wa), respeto (敬 kei), pureza (清 sei) y tranquilidad (寂 jaku) que siguen siendo los pilares centrales de la ceremonia de té.
La ceremonia de té, chanoyu (茶の湯) o sadō, también llamado chadō (茶道), es la preparación y la presentación ceremonial del té verde en polvo matcha (抹茶). La manera o el arte en cómo se realiza se denomina (o)temae ([お]手前).
Muchos hemos asistido y seguido en forma solemne numerosas ceremonias de té. Hemos tomado el okashi (dulce) y el té que nos ofrecen en forma silenciosa, sin saber la razón del por qué se hace así: el dulce al inicio tiende a disminuir lo amargo del matcha. Muy lógico ¿verdad?
Muchas personas me preguntan por qué aprender Chanoyu. Al inicio tampoco lo sabía bien, pero ahora que empiezo a comprenderlo mejor, sé por qué aún después de cientos de años persiste y lo siguen practicando.
Lo primero que aprendí es que, al encaminarse a la casa de té, se debe atravesar, sin prisa, el hermoso jardín que la rodea, dejando atrás nuestras preocupaciones y pesares, entrando con humildad para participar en la ceremonia. La casa de té (chashitsu) es sencilla y parece casi vacía. Solo se observa el tatami y un pequeño fogón cuadrado hundido (ro) que cubre el piso, el tokonoma, con un kakemono colgado dibujado con los kanjis de armonía, respeto, pureza, tranquilidad (wa kei sei jaku), y el arreglo de una sola flor (chabana). Se dice que la casa de té espera de esta manera, silenciosa y serena, para llenarse con el sentir de los corazones de los participantes de esta tradicional ceremonia.
La armoniosa conjugación de preparar el té para el visitante, en el ambiente sencillo del chashitsu con los utensilios que reflejan el arte, la historia y la estación del año; el ofrecer esos sabores opuestos como un dulce antes de sorber el té, para borrar parte de lo amargo del matcha (como los momentos que a veces llenan nuestras vidas); el agradecer, al levantar el tazón antes de beberlo, a todos aquellos que hicieron posible realizar la ceremonia (agricultores, artesanos, maestros); y el hacerlo con el respeto que se merecen los que nos acompañan, hacen de la ceremonia de té, todo un arte que vale la pena conservar y practicar.
Cada utensilio refleja la belleza del arte desarrollado por cientos de años. Los movimientos que acostumbramos a realizar al preparar el té, de pronto, en la ceremonia, el tenue toque de las cosas con nuestras manos, se siente cual suave y fresca brisa sobre el rostro. El doblar el pañuelo de seda, el limpiar las cosas, el verter el agua, el batir del té, todo se convierte en arte, incluso el silencio y los pocos sonidos que se escuchan.
Solo se oye el suave roce de las pisadas sobre el tatami, el limpiar los bordes del natsume con el fukusa, el tenue toque del chashaku sobre el borde del chawan, el suave sonido del agua al ser vertido con el hishaku y el tenue “tac” al dejarlo sobre el futaoki; el casi imperceptible roce del batir del chasen mezclando el agua y el matcha, el sacudir el remanente del té que queda sobre el fukusa, y la queda voz del intercambio de palabras entre el teishu -san y el shou okyaku-san.
Lo único que interrumpe este silencio es el ruido fuerte que hace el visitante al tomar el último sorbo de téexpresando su forma de decir que está oishii. Recuerden, la próxima vez que vayan a una ceremonia, el último sorbo del té debe ser ruidoso, muy ruidoso, y, que “cada encuentro debe atesorarse porque este nunca más volverá a repetirse” (Ichi-go ichi-e).
Este pensamiento de ichi-go, ichi-e me ha enseñado a atesorar cada encuentro. El que nunca puedo olvidar es el recuerdo de las visitas a mi obaachan. Cuando la visitábamos sacaba la vajilla que siempre guardaba en su sala. Después de servirnos té, panecillos y dulces con una sonrisa, retiraba la vajilla que había traído de Japón y, con gran cuidado, como acariciándolos, los lavaba y los ponía nuevamente en su lugar.
Ese cuidado hacia sus cosas me sorprendía cuando era niña. Recuerdo que su mirada cambiaba. La invadía la nostalgia y los recuerdos de su pueblo y de su familia en Kumamoto.
La primera vez que asistí a una ceremonia de té completa fue cuando mi madre fue presidenta de Fujinkai y me invitó a presenciar. La ceremonia de té se realiza cada año en la primera semana de noviembre en el Centro Cultural Peruano Japonés durante la semana cultural. Quedé impresionada por la suave elegancia de cada movimiento al preparar y al tomar el té. Decidí que era algo que debería aprender y practicar.
Me inscribí en la escuela Urasenke que enseña la ceremonia en el centro y, en mis descansos de guardia del hospital, además de los libros usuales leía la filosofía que acompaña a este ceremonioso y significativo acto.
El Policlínico Peruano Japonés estaba cerca, por lo que antes de empezar mi atención en consultorio, al atardecer, me sentaba unos minutos a gozar de esa serenidad que brindaba la casa de té (chashitsu) y de la bella naturaleza que la rodeaba.
Para ir a las clases de té se llega al chashitsu caminando por un estrecho camino de piedras grises que bordea el jardín con altos pinos, sembrados durante la visita al Perú de los hoy exemperadores de Japón en los años sesenta, a la cual asistí, maravillada y sorprendida, con mis padres cuando era niña.
Observo por algunos minutos las rápidas y coloridas carpas en la laguna. Cruzo el puente que me lleva a la casa de té y me lleno del sonido de las aves en los árboles y en el cielo, y escucho el murmullo de la suave caída del agua de la pequeña cascada y la paz del silencio que se desea, aún en medio de los ruidos urbanos cercanos. Luego saboreo el hermoso y pequeño dulce que nos da la sensei antes de tomar el té,para disminuir el sabor algo amargo del matcha, el cual bebo hasta el ruidoso último sorbo que le dice lo bueno y agradable que estuvo el té.
Es verdad que todos los movimientos tienen un objetivo concreto y son necesarios, sistemáticos, sencillos, suaves. Pero en cada uno de estos veo el respeto a las personas, a los objetos, a la naturaleza y a las estaciones del año, y siento la armonía, la pureza y la serenidad que mi corazón siempre ha anhelado. En la ceremonia del té se puede apreciar el esfuerzo de los japoneses por conseguir la máxima simplicidad y refinamiento en los movimientos que simbolizan la verdadera belleza.
Para finalizar, reconozco que recién estoy iniciándome en la Ceremonia de Té y todavía me queda mucho más por aprender, pero ahora sé que cada encuentro, cada momento en la vida, es precioso, es único e irrepetible. Y, lo que antes era cotidiano para mí, hoy se ha convertido en arte.
Bibliografía:
“Japanese Tea Ceremony.” (Wikipedia)
“Glosary for Tea Ceremony.” (The Japanese Tea Ceremony)
“Ceremonia del té.” (Viajando por Japón)
Surak, Kristin (2013). Making Tea, Making Japan: Cultural Nationalism in Practice. Stanford: Stanford University Press. p. 272. ISBN 978-0-8047-7867-1.
Kaisen Iguchi; Sōkō Sue; Fukutarō Nagashima, eds. (2002). "Jukō". Genshoku Chadō Daijiten (19 ed.). Tankōsha.
Rupert Cox, The Zen Arts: An Anthropological Study of the Culture of Aesthetic, 2013.
Glosario Chadoo / Sadō(茶道): Camino del Té |
© 2023 Graciela Nakachi Morimoto
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