Mi Padre, Bob Seiko Kodama, fue un nisei nacido en Seattle, Washington, en 1931. Sus padres manejaron hoteles en el centro de Seattle. Pasó la primera parte de su vida explorando el litoral. En 1942, junto con otros 120 000 japoneses americanos, Bob y su familia fueron capturados y enviados a un campo de internamiento. Su familia fue enviada a Minidoka, Idaho. Es difícil imaginar lo que es tener 10 años de edad y que tu país te encierre por tu apariencia. Mientras estaba en Minidoka, Bob aprendió a jugar béisbol. Llegó a ser lo suficientemente bueno que, a su regreso a Seattle después de la Segunda Guerra Mundial, formó parte del equipo de béisbol de la selección del Garfield High School e incluso jugó en el Partido del Campeonato de la Ciudad en el Sicks Stadium.
El amor de mi Papá por los deportes fue transmitido a sus hijos. Al crecer en el valle de San Fernando en Los Ángeles, todos nosotros hemos practicado deportes durante nuestra infancia. Cuando tenía nueve años, me inscribí para jugar béisbol y durante las pruebas, demostré que yo sería uno de los PEORES jugadores en la liga. La primera vez que jugué a la pelota con mi Papá, yo perdía la pelota y ésta me pegaba justo en la cara. No fue un buen inicio.
Durante este tiempo, mi Papá fue despedido del trabajo y... pasaba a buscarme todos los días después de la escuela para jugar béisbol. Recuerdo que me compró una merienda y una bebida e íbamos al parque local para batear, fildear y correr las bases hasta que oscureciera. Él me lanzaba prácticas de bateo, medidas en baldes de pelotas de béisbol. Aprendí pero tan bien, que siempre llegaba a la base. Mientras oscurecía, se volvía un reto ver la pelota. Siempre terminábamos estas sesiones con mi Papá bateando elevados en la oscuridad. Como mejoré en atrapar elevados, me acercaba más y lo retaba a batear la pelota por encima de mi cabeza, imaginando que yo era Willie Mays o Mickey Mantle volviendo y haciendo una atrapada tremenda para ganar un juego. Él me enseñó todo sobre el béisbol y me volví bastante bueno en esto.
Al siguiente año, nuevamente me inscribí para jugar béisbol. Esta vez, mi Madre le dijo al entrenador que mi Papá jugaba béisbol y lo ayudaría. Lo que menos nos imaginábamos era que esto sería el inicio de la segunda carrera de mi Papá. El entrenamiento se convirtió en su pasión. Mi Papá nos enseñó béisbol y básquetbol. También, nos dio una mano con nuestros equipos de fútbol. Como dirigente, entrenador y segundo entrenador, sus equipos ganaron más de 30 campeonatos de la liga.
Cuando yo tenía 16 años, me convertí en primer entrenador de un equipo de fútbol local y pedí a mi Papá que sea mi segundo entrenador. Fue una de las experiencias más grandes de mi vida. ¿Puedes imaginar tener 16 años y decirle a tu Padre qué hacer??? Fue un gran segundo entrenador. Una de mis primeras lecciones que él me enseñó fue cómo tratar con padres. La primera vez, un padre se quejó con él. Mi Papá, amablemente, le pidió que hablara con el entrenador principal (que era yo). Pasábamos muchas horas preparando prácticas y juegos. Él preparaba detallados informes de scouting de cada equipo en la liga y me ayudaba a desarrollar un plan de juego cada semana.
Al siguiente año, mi Papá me pidió que lo ayudara a enseñar béisbol.Me dio responsabilidades como mostrar a los bateadores zurdos la forma de tocar la pelota , enseñar a su equipo cómo correr a las bases y trabajar con los jardineros en todas las partes del juego. Mi Papá me enseñó acerca de la importancia de cada jugador en el equipo. Durante estos juegos, yo entrenaba a la primera base y él, a la tercera base. Podíamos trabajar el doble robo a la perfección.
Incluso tras hacernos adultos y terminar de practicar deportes juveniles, mi Padre continuó entrenando a otros, y con el tiempo, también entrenó a algunos de sus nietos. Mi Padre era intenso y estudiaba cada juego. Creía que aprendíamos lecciones de vida mientras practicábamos deportes. Él decía: “el único chico que nunca comete un error es el chico que no hace nada”. Él presionaba mucho y creía en el máximo esfuerzo. Si fallábamos, nos volvemos a levantar. (“volver a subirse al caballo”.)
¿Su secreto para ser entrenador?Máximo esfuerzo y sacar lo mejor de cada jugador. Todos los años, encontrábamos a muchachos que eran subestimados e infravalorados y ellos se convertían en el núcleo de cada equipo exitoso. Si bien él ganó muchos juegos, creo que fue la búsqueda de la excelencia lo que fue aun más importante. Estudiaba a otros y siempre trataba de aprender más sobre el juego. Pasábamos incontables horas hablando sobre deportes y entrenamiento. Cada temporada, revisábamos y hablábamos sobre lo que salió bien y lo que salió mal y cómo pudimos mejorarnos como entrenadores.
Finalmente,me convertí en entrenador de fútbol de escuela secundaria. Así también lo hicieron dos de mis hermanos. Las lecciones que aprendimos al crecer jugando para mi Padre, ahora estaban arraigadas en nosotros y fueron transmitidas a la próxima generación de atletas.Al final de cada temporada, siempre tenía múltiples sesiones con mi Padre y otros entrenadores, de modo que yo aprendía de mis errores y sería un mejor entrenador para la próxima temporada.
Cuando mi Padre falleció en el 2014, mi hermano Rob y yo quisimos reconocer a nuestro Padre con una celebración de vida que incluía su legado en los deportes y como entrenador de jóvenes.Estamos orgullosos de que el West Hills Boys Baseball haya puesto el nombre de mi Padre a un campo y que El Camino High School estableciera el Fondo de Becas Bob Kodama para ayudar a los jugadores de béisbol de la selección de El Camino Real que requieran ayuda económica. Muchos de los jugadores de mi Padre en West Hills Baseball se convirtieron en jugadores de la selección de El Camino High School y otras escuelas secundarias. Algunos siguieron jugando béisbol en la universidad e incluso llegaron a ser jugadores de béisbol de las grandes ligas.
Mi Padre amaba contar historias sobre sus jugadores favoritos, como Lou Gehrig y Jackie Robinson. Era correcto hablar sobre el impacto de los entrenadores, citando a Jackie Robinson que dijo “una vida no es importante salvo en el impacto que tenga en los demás”. Tanto mi Padre como yo valoramos las relaciones que hemos formado con nuestros jugadores, muchos de los cuales han venido para saludar y platicar sobre sus épocas como jugadores. Es difícil expresar con palabras cuánto significa esto. Los entrenadores y sus familias hacen tremendos sacrificios que pasan desapercibidos y no siempre son valorados. Aprecio sinceramente a los exalumnos que vienen y saludan. Muchos además se han convertido también en entrenadores.
Creo que nuestro Padre ha influido en tantas personas, a menudo en formas que superan nuestras más descabelladas expectativas. Creo que esta es la razón por la que él fue entrenador y que lo llevó a serlo desde los años 70 hasta el 2011. Cuando mi Padre murió, West Hills Baseball publicó un tributo diciendo:
“Por más de 30 años, Bob personificó todo lo que cualquier padre podría soñar en un entrenador y mentor y fue un ejemplo de todo aquello por lo que luchamos en nuestra liga. Aún en deuda con la labor y ejemplo que dio, nuestro campo Bronco lleva su nombre en su honor”.
“Bob entrenó a generaciones de jugadores, incluyendo a miembros de su familia, y contribuyó a tanto a las vidas de tantos niños y familias en nuestra comunidad. Nos ha hecho mucho mejores después de haberlo conocido y haber pasado tiempo con él. Su presencia hará mucha falta, pero nunca será olvidado”.
Entonces, ¿por qué ser entrenador? ¿Por qué ofrecer tanto tiempo y esfuerzo?
Como mencioné, fui entrenador de fútbol de escuela secundaria por más de 30 años. Ganamos 11 títulos de la liga a lo largo del camino. Sin embargo, lo más importante es el recorrido y los estudiantes atletas. Soy afortunado y aún sigo en contacto con muchos jugadores y sus familias. El año pasado, mi hijo Mitchell se convirtió en primer entrenador y tuve el privilegio de ayudarlo como segundo entrenador. Él contrató a dos segundos entrenadores fenomenales, quienes además han jugado fútbol en la secundaria en Burroughs. Trabajar con ellos el año pasado fue una experiencia gratificante. Disfruté ser parte del cuerpo y ayudarlos a aprender cómo entrenar. Lo hicieron bien y se ganaron el respeto de otros equipos y entrenadores. Los árbitros comentaron sobre ellos y apreciaron su madurez, considerándolos como futuros entrenadores de los Estados Unidos.
Entonces, ¿por qué ser entrenador?
Al final de la temporada, la escuela tomó un rumbo diferente y contrató a un nuevo entrenador de fútbol. La parte más difícil fue hablar con el cuerpo de entrenadores y decirles que ya no íbamos a entrenar a los equipos de secundaria. Lo sorprendente fue que todo el cuerpo de entrenadores no habló sobre ellos mismos sino, más bien, se enfocaron en los estudiantes atletas que regresaban y expresaron su preocupación por ellos. Todo era sobre los chicos. Esta es la razón por la que somos entrenadores. Es un don poder dar e influir en los demás. Es un don poder enseñar lecciones de vida a través de los deportes. Tal vez esta sea la lección más importante que yo haya recibido de mi Padre a través de los deportes, quien dijo: “todo en la vida, puedes aprenderlo del béisbol”. Ampliando ese pensamiento:“puedes aprender mucho sobre la vida a partir de los deportes”.
Tal vez esa sea la razón por la que somos entrenadores. La próxima vez que estés en un evento deportivo juvenil, piensa en el entrenador. Aunque puede que no estés de acuerdo con ellos, piensa en el tiempo y dedicación que toma preparar las prácticas y juegos, piensa en el esfuerzo que ellos ponen para crear experiencias positivas para nuestros jóvenes. Mientras que tú como padre puedes enfocarte en un niño, el entrenador tiene que trabajar con el equipo completo. Si eres un entrenador, piensa en tu influencia en otras vidas.
Hace poco tuve a un exjugador que me habló sobre justicia social y él no podía entender el por qué no podíamos llevarnos bien y trabajar juntos, como lo hacíamos cuando él jugaba fútbol en la secundaria. Tú enseñas lecciones valiosas que pueden durar una vida. Tal vez esto explique el por qué las personas se convertían en entrenadores y el por qué mi Padre, Bob Kodama, dedicó su vida a enseñar deportes a los jóvenes. Sí, él amaba los deportes y era muy competitivo y amaba ganar, pero se trataba de algo mucho más que ganar lo que hacía que mi Papá regresara año tras año para enseñar deportes a los jóvenes.
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Nuestro Comité Editorial seleccionó este artículo como una de sus historias favoritas de serie Más Que un Juego: Deportes Nikkei. Aquí está el comentario.
Comentario de Brian Niiya
El emotivo tributo que hace Michael Kodama a su padre, Bob Seiko Kodama, y al rol que los deportes y el entrenamiento jugaron en sus vidas, captura una gran parte de la importancia que tienen los deportes en general y en la comunidad japonesa americana. Bob aprende a jugar béisbol mientras estuvo encarcelado en Minidoka cuando era niño y el entrenamiento de béisbol y de otros deportes se convierte en núcleo de la relación padre-hijo, que incluso continúa en la siguiente generación. La historia de Kodama destaca los mejores aspectos del deporte y el entrenamiento, así como el rol que ha jugado en las vidas de generaciones de gente joven; a la vez que señala las razones por las que su padre y otras personas eligieron ser entrenadores. Espero que su historia inspire a otros a seguir esta noble vocación.
© 2020 Michael Kodama
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