Hasta cuando mi querida esposa Alice falleció de un momento a otro el año pasado, yo me consideraba el hombre más afortunado del mundo. Estuvimos felizmente casados por 65 años y tuvimos cuatro hijos, ahora adultos, y diez nietos. En perfecta simetría de géneros, tuvimos dos hijas y dos hijos, y ellos por su parte nos dieron cinco nietas y cinco nietos.
Hacíamos juntos casi todo -esto incluía ver muchos deportes. Al principio vimos a nuestras hijas jugar básquetbol y sóftbol en el Club Japanese American Optimist (JAO), tiro con arco, bádminton y básquetbol en la secundaria, y luego vóleibol y básquetbol en el Southern California Womens Athletic Union (SCWAU). También vimos a nuestros hijos jugar béisbol y básquetbol en el Community Youth Council (CYC), waterpolo en la secundaria, y luego béisbol y básquetbol en la Northern Arizona University (NAU). Vimos juntos a nuestros nietos jugar fútbol, béisbol, básquetbol, fútbol americano, tiro deportivo y bailar en competencias de danza. Los alentábamos cuando ganaban los campeonatos del estado de la California Interscholastic Federationy del NAU.
A menudo íbamos a varios juegos en un día y viajamos a Hawái, San Diego y Las Vegas para ver los juegos. Incluso fuimos a Japón en cuatro ocasiones diferentes para ver a nuestros nietos jugar como parte del Yonsei Basketball. A través de los años, hemos visto a nuestra pandilla jugar miles de competencias y hemos disfrutado cada una de ellas con un infinito orgullo y devoción.
Se suele decir “de tal palo a tal astilla” y quizá eso sea cierto en mi caso. En 1949, tan solo tres años de finalizada la Segunda Guerra Mundial, me entrené en béisbol, básquetbol, fútbol americano y atletismo en la Secundaria Menor Washington de Pasadena. En aquel entonces, la Secundaria Menor era equivalente a lo que hoy son los grados primero a cuarto de secundaria.
A los diecisiete años de edad cuando me gradué del cuarto grado de secundaria, fui elegido como el Niño del Año de Pasadena. Este premio era entregado por el editor de deportes de nuestro periódico local, el Pasadena Star-News, a los cinco mejores atletas masculinos de la ciudad. Dos años más tarde en 1951, jugué como corredor medio para el Pasadena City College y fuimos premiados campeones Junior College Football National Champions (Campeones Nacionales de Fútbol Americano de la Preparatoria) . No jugué mucho ese año, pero lo que nunca pude prever fue que estaba fomentando un amor por los deportes y construyendo carácter para mis futuros hijos y nietos.
Luego de que Alice y yo nos casamos en 1953, continué jugando béisbol y sóftbol para NAU, los cuales eran mis deportes favoritos. Gané un campeonato de sóftbol de la NAU y también empecé a jugar bowling siendo más adulto. Tras colgar mis zapatos y guante de béisbol cuando cumplí los 42 años , continué jugando bowling por muchos años tras ello. Era una gran manera de mantenerme conectado con mis amigos , mientras mantenía vivo mi amor por las competencias y los deportes grupales. Cuando tenía 43 años de edad, estuve casi cerca de jugar un juego perfecto con 298 en el bowling y cuando tenía 71 años jugué una serie de 700 puntos (hice un promedio de 233 puntos por juego para tres juegos). Continué jugando bowling por un total de 60 años, finalmente me retiré en el 2010 a los 78 años de edad. A través de los deportes, cultivé amistades que duran toda una vida y aprendí muchas lecciones importantes. Yo creo que la manera en que prácticas un deporte es como se define tu carácter.
Este ha sido un año como ningún otro en nuestra vida. No solamente por la pandemia y todos sus devastadores efectos, sino porque mis dos equipos favoritos, los Lakers y los Dodgers, ambos fueron campeones con solo dos semanas de diferencia. Durante los pocos fugaces meses entre Agosto y Octubre cuando las temporadas del NBA y el MLB y los empates se sucedían, se sentía como si estuviéramos observando juego tras juego nuevamente, con esa familiar sensación de devoción y continuo orgullo. Si cierro mis ojos, todavía puedo sentir a mi esposa Alice sentada junto a mí, silenciosamente alentando a nuestros queridos jugadores y equipos.
Aún me considero un hombre muy afortunado, veo y siento que el espíritu de Alice permanece vivo a través de mis hijos y nietos toda vez que los veo. No solo son compasivos, cariñosos, generosos y afectuosos como ella, sino que también han aprendido algunas de las más importantes lecciones de la vida a través del amor a los deportes, el valor del trabajo en equipo, el significado de la amistad, la importancia de establecer metas, el desarrollo del carácter a través de la adversidad y el empuje para nunca rendirse.
Sin lugar a dudas soy un hombre muy afortunado.
© 2020 Robert “Lefty” Kikkawa and Ken Kikkawa
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