Recordar es volver a vivir. Veinte años atrás, escribía una columna en el diario Perú Shimpo llamada “Set point”, y la firmaba como ‘El Pibe’. Mi pasión por el tenis estaba en todo su apogeo y tenía como apoyo en el diario al señor Mario Teves. Dicha columna era netamente deportiva, Mario me aceptaba toda clase de innovaciones. Desde resaltar nombres o noticias, a aceptar ciertos aspectos de escritura jocosa. Las actividades de nuestra querida institución tenían el rincón apropiado para resaltar toda clase de eventos deportivos, sociales, humanos y humorísticos.
Hoy, me asomo a mi balcón y, en la soledad nocturna que la presente pandemia nos hace vivir, siento ese silencio que atrapa las imágenes que se perdieron con el correr del tiempo, y veo a tientas, en la semioscuridad, el valor inmenso de los pinos que, cual sello del peregrinaje humano, trepa de recuerdos las generaciones que van pasando por la historia de nuestro querido Estadio La Unión. El tenis, como todos los otros deportes, se nutre de anécdotas y forman una estela que alguien contará con el correr del tiempo. Una historia guardada.
Lo mío es de apenas veintisiete años atrás, cuando, por primera vez, me acerqué con mis hijos a que practiquen el juego de raquetas y bolas en canchas de arcilla. Lo curioso de todo fue que yo me quedé enamorado de su práctica de sets corridos y de un ambiente que pocas veces en mi vida había tenido. Un deporte al que hasta entonces nunca le había dado la importancia ni el respeto necesario. Un conjunto de personas hizo de mi vida el cambio total de volver a convivir y congeniar con gentes de distintas generaciones. Mis hijos, que eran los interesados, no volvieron.
Fue una tarde de marzo, de intenso calor y yo con la suma de 53 años (hoy con ochenta años cumplidos, los almanaques en vías de retroceso, se toman un respiro por cada generación que supo convivir en las canchas rojizas del Tenis AELU). Los recuerdos, muchos olvidados, tienden a surgir entre el largo camino de ingreso a aquel recinto que, por lo pequeño y acogedor, era el lugar predilecto de nuestras tertulias que, con ropas deportivas, esperábamos el timbre al término de los partidos en las cinco canchas, mientras el café y la cerveza nos deleitaban con su sabor.
Por aquellos años todavía se hacían presentes miembros fundadores del AELU y muchos isei que llegaron como inmigrantes al Perú. Practicaban jubilosamente el deporte de la net y la raqueta. Fueron ellos los que me acogieron en tardes de pichanga y fueron también mis maestros en los inicios de mis golpes de raqueta y corridas a la net.
Hoy, he llegado a la edad de muchos de ellos y veo que en la rueda de la vida que nos va enseñando casi todos nos han dejado el negro crespón de la despedida y los recuerdos. Y aquellos jóvenes, que llegaron con cierta timidez, son los que están próximos a jubilarse. Tras de ellos vienen los que de niños nos alegraban las tardes de nuestra pereza deportiva y seguramente que, al paso de mis nietos, me harán ver que la vida es un trompo, que gira y gira, y que al final pierde la rotación y se llega a parar. Todos, en algún momento, llegaremos a pensar que hasta aquí la vida termina.
En el verano de 1993 tuve la suerte de encontrarme con Julio Yamashiro. Años que no nos veíamos, desde la década de los sesenta. Fue la persona que me presentó a todos los jugadores de entonces del Tenis AELU de aquellos años. Julio tenía un curso de entrenador de tenis y poco a poco llegué a conocer a los más veteranos, con los cuales jugaba, perdía y aprendía. Siempre recuerdo a los señores Saburó Hanawa, Ernesto Ychikawa, Isao Naito, Luis Maeshiro, César Caballero, Kuanko Yha, Ricardo Takeda, José Akaogui, Kasuo Asato, Víctor Camacho, Julio Aniya, Ricardo y Luis Fukushima, Víctor Ykeda, Sergui Bankovaki y Hugo Ferro.
Variedad y calidad de juego. De todos ellos, mucho aprendí. Sus conocimientos me enriquecían y su don de gente me hicieron sentir, rápidamente, que la amistad era el centro de toda la actividad en las canchas de tenis del AELU, así como fuera de ella. Hoy, después de tantos años, y en la tranquilidad de esta pandemia, quisiera rendir un pequeño homenaje a todos los amigos tenistas que partieron a la eternidad (en una segunda entrega haré mención a las damas del Tenis AELU, mil disculpas).
De las personas antes mencionadas solo nos acompañan el doctor Julio Aniya y José Akaogui, con “base ocho” en el calendario. Pepito, con su golpe certero y de fondo de cancha, todavía nos da cátedra en cada encuentro pactado. Y de nuestro querido amigo Julio Aniya extrañamos su tiro “cucharita”. Saludos, doctor.
Veintisiete años en el calendario del Tenis AELU. Su lista de fallecidos es extensa y, sin duda, muchos no estarán por falta de información o tal vez por la memoria que uno va perdiendo con los años: Luis Tamamoto, Arturo Kakutani, Manuel Kawashita, Juan Kobashikawa, Kuanko Yha, Mabito Saluray, Fermín Uehara, Augusto Ganiko, Jacinto Ono, Oswaldo Sifuentes, Teodoro Aragaki, Aurelio Nakasone, Pedro Arakaki, Enrique Fulleda, George Yto, Miguel Yonamine, Ángel Utsunomiya, Carlos Kudsuma, Jorge Rodríguez, Augusto Shigyo, Tito Ychikawa, Gonzalo Koo, Ricardo Akira Tokashiki, Pedro Aritomi, Jorge Tomo Chinen, Justo Rivera, Ricardo Mitsuya Higa, Máximo Hirano, Luis Pichón Tokashiki y Enrique Matayoshi. Y también me dan la triste noticia de Carlitos Tagami.
Con todos ellos tuve la suerte de confraternizar en las últimas tres décadas. Años de recuerdos afectivos y de momentos inolvidables, encuentros de amistades que se volvieron motivos familiares, aquellos que, en un rincón del alma, aún duermen los instantes tan precisos, que, siendo generosos, pueden brotar de lágrimas los cántaros de las diferentes generaciones. Hoy, en la soledad y en el camino, los días vuelven a sentirse generosos, como aquellos momentos, al término de nuestros partidos. Solo me queda decir que, al viaje de tantos amigos, pocos vamos siendo los que quedamos. La generación nuestra se va despidiendo.
*Este artículo adaptado para Discover Nikkei y publicado originalmente para el diario Peru Shimpo el 23 de junio de 2020.
© 2020 Luis Iguchi
La Favorita de Nima-kai
Cada artículo enviado a esta serie especial de Crónicas Nikkei fue elegible para ser seleccionado como la favorita de la comunidad.