Veintisiete años atrás nadie tenía el motivo de decirme viejo. Aun teniendo cincuenta y tres, había en mi entorno buena cantidad de personas consideradas adulto mayor. La gran familia del Tenis AELU era para mí el comienzo de practicar un nuevo deporte. Jamás en mi vida había agarrado una raqueta ni menos hacer uso de ella. Vestirse de corto y todo de blanco era para mí una nueva moda y una sensación de entrar a un mundo fuera de mi práctica diaria de muchos años atrás. El fútbol, el ciclismo y luego la pesca fueron mis primeros deportes, más hoy, en un cálido ambiente de familia. Tenía que acostumbrarme a contar el 15, 30 y 40 o duce. Y ahí estaba yo, forjando una figura que en los próximos años tenía que ser en la activa postal, la figura añorada y feliz.
Y como en las buenas familias el tropel de niños eran las carreras por todo el contorno Tenístico. Madres agarrando a sus hijos en señal de una pronta disciplina. Padres con callada actitud, forjando el inicio de un nuevo deporte, y chicos y chicas de inquietantes sonrisas, disimulando el nerviosismo de su primer día de clases. Los había de todo. El tranquilo, el pausado y el travieso corredor. El callado, el alegre y el soñador. Niños que comulgaban con sus juegos y niñas en correcta actitud. Bien dicen que el deporte disciplina a las personas. Hoy lo vemos como buenos profesionales y personas de bien.
La vida es una prolongación de los años en el cenit de nuestro camino. Quiéralo o no, el niño se volverá adulto y el adulto empezará a recordar su niñez. Solo ahí se entenderá que la mejor compañía viene a ser la familia y los amigos. Nada hace pensar de su cuerpo frágil cual tallo meciendo sus hojas y el vigor de su savia en sus trece años cumplidos. Ahí, mirando la cancha de arcilla en el punto final, ve llegar la bola a su altura predilecta, esconde el golpe tras una finta y al otro extremo. Ahí, donde nadie se imagina, la bola pasa a centímetros de la línea. ¡Punto Match Point!
Una vez más Hiromi Hozumi Guima sube al podio de campeona a recibir el hermoso trofeo, busca entre la multitud la mirada de una madre orgullosa. Mechita levanta apenas la mano y es esa señal el sacrificio que por horas, días, meses y años van formando la juventud de Hiromi, la promesa de que sea una hija de orgullo para sus padres. La vi llegar hace cuatro años al Tenis AELU y en solamente tres de practicarlo ya pisaba el sexto puesto del ranking nacional en su categoría. A pedido muy especial del Señor Guillermo Arraya, de la academia que lleva su nombre, Hiromi, tres veces a la semana, entrena en sus instalaciones, bajo la atenta mirada del Padre de Pablo y Laura Arraya, otrora campeones nacionales.
Doce trofeos en su corta carrera de tenista hablan de por sí de las cualidades y virtudes de Hiromi en el Deporte Blanco. Y a esos doce trofeos habría que añadirle uno más. Tan especial como ella que sobresale también en el canto, al obtener el año pasado el título de campeona en el Chibikko y, como premio a esa actuación, Hiromi viajará en agosto a Brasil representando al AELU en este magno certamen. Amiguera desde el Colegio La Unión, donde estudia el primero de secundaria, hasta las canchas de vóley, donde jugó por el equipo de Chinen, en la Sub 9, es ahí donde Chisano Shimabukuro, una de sus mejores amigas, la sigue hasta el tenis. Hoy forman un semillero prometedor para el AELU. Catorce chicas y ocho chicos son los que van siguiendo los pasos de Naomi Goya, Cristie Yamashiro, Angie Sano y Naty Kobashikawa. Un póker de jugadoras de alto nivel para este nuevo semillero, sin duda, el profesor Juan Campos brilla con luz propia en el Tenis AELU.
El tenis es esa fuerza que nace a cualquier edad. Es un deporte que embriaga a chicos y grandes y que estalla en un momento dado, cuando el cuerpo en su constancia llega a perfeccionar el golpe a ganar. Hoy, Hiromi nos regala una historia maravillosa y bella. Para ella toda la felicidad del mundo y todos los triunfos que la vida le depare en el futuro.
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Es dulce la mirada en una niña de once años. Ahí, en sus ojos con la tonalidad que da el brillo de sus límpidas pupilas, emerge, cual diosa, la personalidad radiante de una deportista en camino a consagrarse y en lo que más quiere y desea, llegar a ser una tenista mundial. Lo tiene todo, desde la paciencia con que se gana el cielo hasta la fuerza cuando es doblegada a perder un punto o un partido. Entiende y vislumbra que no es un camino fácil, porque lo fácil no llega a nada y ahí en ese corazón que sabe manejar cada encuentro, el tedio y la derrota no tienen cabida. Sabe luchar cada punto en el momento concebido en lo que dicta la cátedra de sus años infantiles y, en ese silencio de espera en el que trabaja su madre Betty, a tener horas de paciencia en los días de entrenamiento y partidos en canchas de distintas instituciones de la capital. La vida es una lucha y esta es, a veces, la gratitud para seguir viviendo. Esta Niña lo entiende y no le teme al fracaso porque también sabe que es parte de la vida. En ella impera la inocencia de su juego y la humildad de sentir cuando se es ganadora.
Kristy Takeshita viene de una familia deportista. “Papito”, como se le conoce a su señor padre, fue varias veces campeón en atletismo en los undokai de la colectividad. Hoy, tiene uno de los mejores golpes en el Tenis AELU. Kenny, su hermano mayor, ya se codea con los de Primera Categoría en el Tenis, y una grata sorpresa es Betty, su señora madre, quien al poco tiempo de practicar el tenis tiene uno de los mejores estilos y golpes. La pasta, la raza, la sangre o como se le quiera llamar al privilegio, tiene de donde venir.
Admiradora de Steffi Graf y Laura Arraya, así también de Pete Sampras, lleva ganando en su corta carrera la suma de diez trofeos. Aparte del tenis, que hoy es su gran pasión, ha practicado el softball, tenis de mesa, natación y básquet. Un mundo lleno de disciplina y retos cuando, de estudiar en su colegio Abraham Lincoln, pasa a los entrenamientos o partidos programados por la Liga Provincial o la Federación Peruana de Tenis.
Es fascinante la entrevista con ella y su gran corazón. Siempre evoca a su amiga Melanie Arakaki desde el lejano Japón. Juntas, pasaron años felices y en el tono de su voz aún se siente que el cariño y la amistad son dos mandamientos en su vida. Vuelve a sonar la chicharra en el tenis. Kristy agarra su raqueta y salta a la cancha 1. Hace un calentamiento previo, con bolas al fondo, y ahí es donde el deporte comienza a vivirlo, ahí es donde el temple se va acelerando y la bola toma más velocidad en su trayecto. “Una estrella en el firmamento ha nacido, y el Tenis AELU se engalana de tenerla”.
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Veinte años después de estos artículos, el mundo ha cambiado en todas sus formas. Nuevos rostros de niñas recorren los pasadizos y canchas de arcilla, sus frágiles cuerpos disimulan sus años y, al pisar la tierra batida, una nueva generación de tenistas se asoma al mundo de los deportes. Junacito Campos sigue vigente en su horario habitual, tal vez los años le impidan ciertos movimientos, pero su mente y corazón siguen al compás de los niños y niñas en su entorno tenístico.
Más allá, en la sala de karaoke, una Música suave y nostálgica nos arrulla los recuerdos. Julio Iglesias, el ídolo de tantas generaciones, nos invita a escuchar una romántica canción. “De niña a mujer”. Como han pasado los años, solo nos queda decir.
*Este artículo adaptado para Discover Nikkei y publicado originalmente para el diario Peru Shimpo el 23 de junio de 2020.
© 2020 Luis Iguchi Iguchi
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