2019 es el segundo mejor año de la carrera deportiva de Marcela Castillo Tokumori. En los Juegos Panamericanos de Lima ganó la medalla de plata en la modalidad de poomsae en taekwondo. Si los Juegos se convirtieron en una gran fiesta nacional, fue gracias a personas como ella.
Su mejor año fue 2016. Ahí su carrera despegó. Fue subcampeona mundial y alcanzó el estatus de deportista de elite. Por una feliz coincidencia, sus dos más grandes logros tuvieron como escenario Lima, así que su familia pudo compartir su alegría con ella in situ. “Le da un feeling más grande”, dice.
Los éxitos no llegaron por decreto. Ha sido un largo camino desde que comenzó a practicar taekwondo cuando apenas tenía cinco años. Ha asistido a ocho mundiales y viajado mucho.
A los 14 años representó por primera vez al Perú en un mundial, en Corea del Sur. Fue una vivencia decisiva. “Me gustó la experiencia, la disfruté, me divertí tanto que dije ‘me voy a dedicar a esto, quiero seguir practicando, quiero seguir mejorando, quiero volver al siguiente Mundial, quiero seguir representando al Perú”, recuerda.
Esa férrea convicción la ha llevado a ser una de las mejores del mundo en una disciplina que poco a poco comienza a ganar adeptos en el Perú. Marcela encontró en el poomsae, una combinación de movimientos de ataque y defensa, su camino.
De chica hizo pelea, pero no le gustó. Eligió el poomsae para competir consigo misma, para desafiarse, para acercarse lo máximo posible a la perfección.
“Es una competencia contigo misma porque a veces tu mismo cuerpo te limita mucho, no te responde como quisieras, pero tú tienes que encontrar la forma de hacer que reaccione”, explica.
Más que superar a otro, se trata de superarse a uno mismo. “Me desafío a mí misma, hago una mejor versión de la que tuve en la competencia anterior. Busco sobrepasar mis límites y exigirme día a día para poder ser un poco mejor de lo que fui ayer”.
EL AHORA ES LO ÚNICO REAL
¿Cómo es un deportista de elite? ¿Cómo se prepara? ¿Qué lo distingue del resto de mortales? Conversar con Marcela Castillo, indagar sobre sus hábitos, su mentalidad, sus creencias, es aproximarse a un selecto mundo al que solo se llega después de muchísimo trabajo. Pero no trabajo entendido como sacrificio, como algo que se hace a regañadientes, como una especie de penitencia por una posible recompensa futura, sino como el ejercicio cotidiano de una pasión.
“Hay que disfrutar el proceso”, dice. “El proceso es ahora. Si estás limitado por el objetivo, si piensas tanto en el futuro, en el campeonato que se viene, entonces dejas de estar presente. El proceso es lo más divertido, lo más emocionante de esta carrera. Te puede ir bien en un campeonato, te puede ir mal, tú no sabes qué va a pasar, pero si no disfrutaste, solo vas a recordar si ganaste o perdiste. Disfrutar cada entrenamiento, disfrutar cada cosa que haces en ese momento... para mí es muy emocionante”.
Apasionarse por el viaje, no solo por el destino, ayuda a no rendirse. Marcela lo sabe porque lo vivió en carne propia. “Yo me esforzaba y me esforzaba y no ganaba nada, pero seguía porque me encantaba entrenar”, recuerda.
“Es bueno tener objetivos, saber a qué quieres llegar, pero también es importante cómo te sientes. ¿Sabes qué? Si te enfocas tanto en el futuro, lo estás haciendo por algo que aún no existe, te estás yendo muy adelante. Siempre uno tiene que disfrutar el ahora porque es lo único real”.
La perseverancia es otro factor clave. ¿Entrenas, te preparas y pierdes? Lo vuelves a intentar. “Ya, OK, perdiste. Al día siguiente entrenas más fuerte”, dice.
No hay ser humano que no flaquee. Cuando la motivación se debilita (es imposible levantarse todos los días al tope), “ahí entra la disciplina. Tienes un compromiso con tu deporte, con tu país, contigo misma”.
Marcela siempre ha sido disciplinada gracias a su formación en casa, pero el deporte le ha aportado un plus. “El deporte te forma muchísimo carácter, te desarrolla bastante los valores de perseverancia, compromiso, responsabilidad”.
La cabeza también juega. Más allá de la capacidad o el esfuerzo, si no se está fuerte ahí arriba, las posibilidades de ganar se reducen. Marcela considera que el trabajo mental es básico.
“Nos concentramos mucho en lo técnico, tu cuerpo puede estar muy bien preparado, pero si estás en competencia y dudas... fue. No te va a salir la técnica porque dudaste. Tienes que estar 100 % en ese momento, ser consciente de cada técnica y movimiento que haces”.
“QUIERO MÁS”
En 2017 Marcela Castillo recibió los laureles deportivos por su subcampeonato mundial. ¿Qué se siente ver tu nombre inmortalizado en el frontis del Estadio Nacional?
“Fueron demasiados sentimientos: alegría, emoción, orgullo, sentir que todo el esfuerzo valió la pena. Más que todo, lo que recuerdo es la motivación que sentí: ‘Ya, logré este objetivo, quiero más, quiero ir al siguiente mundial, quiero seguir trayendo logros al Perú’. Te sientes feliz de haber dado tanto por el deporte, y que lo reconozcan de esa manera es lindo”.
Marcela no lo dice, pero deja entrever otro de los motores de su éxito: la ambición. Donde otros probablemente hubieran dicho “ya la hice”, sintiendo que han alcanzado la cima, ella encontró un nuevo impulso para seguir mejorando.
Los laureles significaron una mayor responsabilidad para ella. Si antes trabajaba duro, ahora tenía que trabajar mucho más porque el reconocimiento la ponía en el mapa, con lo cual las expectativas crecían. ¿Presión? No, esa es una palabra de la que siempre se desmarca. “Yo me sigo divirtiendo, por eso no lo llamo presión, porque no es algo que me estrese, que sea negativo”.
“YO PODRÍA ESTAR AHÍ, PERO...”
Marcela también es ingeniera industrial, pero ahora está dedicada por completo al deporte. Relegar su profesión tiene un costo. “Veo a mis amigas que ya están estudiando sus maestrías, que están afuera trabajando, que siguen escalando posiciones y... en verdad te viene un sentimiento como que ‘ay, yo podría estar ahí, yo podría estar siguiendo con mi carrera’, pero pienso en lo que estoy logrando, en que lo que estoy haciendo realmente me llena, me hace feliz, y no me arrepiento de nada. Ahora toda mi atención se la estoy dando al deporte. No sé cuánto tiempo más pueda estar aquí, como deportista, así que lo disfruto”.
No es fácil ser deportista en el Perú. Es una carrera con constantes dilemas. ¿Estudios o deporte? ¿Trabajo o deporte? Además, las elecciones no son necesariamente irreversibles. Hoy puedes elegir el deporte, pero más adelante decides priorizar el trabajo. O al revés.
Marcela se ha debatido entre un camino y otro a lo largo de los años, desde sus tiempos de estudiante. A veces resulta difícil elegir. Ahí ha sido fundamental el apoyo de sus padres, quienes siempre han estado a su lado para despejarle los nubarrones, ayudándola a poner distancia, tomarse un respiro y decidir mejor qué hacer.
Los reconocimientos a la dos veces campeona bolivariana también son una recompensa para sus papás, con quienes ella está agradecida por todo lo que han hecho y hacen, desde llevarla a los entrenamientos cuando era niña hasta motivarla cuando más lo necesita.
SER TAN YO
Marcela ha recibido mucho más que medallas del deporte. Ser deportista también ha significado para ella conocerse mejor, iluminar facetas de su personalidad que ignoraba o no valoraba lo suficiente.
“Haberme descubierto es una de las cosas más lindas, siento que cuando entreno soy tan yo”, enfatiza. “El deporte te da ese autodescubrimiento. Siento que soy una persona muy autocrítica, que no me complazco fácilmente. Soy muy minuciosa, cuido cada detalle de cada cosa que hago, no solo en el deporte”.
Si bien Marcela siempre dice que se divierte con el deporte, ser una deportista de alta competencia acarrea una gran responsabilidad que no todos pueden aguantar. Ella lo ha logrado y descubrir que tiene la fortaleza para sostener el peso sobre sus hombros la pone contenta.
Los recuerdos son otro gran regalo del deporte. También los amigos. Conocer gente que comparte su pasión por el taekwondo. Viajar, abrirse al mundo, ser ciudadana global. “Me encanta viajar. Conoces a gente de culturas tan distintas y que son tan parecidas a ti: buscan los mismos objetivos, se entrenan, tienen las mismas rutinas. Encontrar tanta similitud con estas personas a mí me parece superlindo, superchévere”, dice con esa sonrisa perenne que parece un sello de su personalidad, sencilla y positiva.
El próximo objetivo de Marcela es el mundial que se realizará en Dinamarca en mayo*. Nuevamente volverá a representar a nuestro país. “Es lindo, es un orgullo enorme, pero a la vez es una responsabilidad supergrande. De hecho, cuando estás en la cancha no eres Marcela Castillo, eres Perú. Tú llevas al Perú gigante atrás, llevas a todo un país a la competencia”.
* Nota de edición: el evento fue cancelado por el COVID 19.
* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 122, y adaptado para Discover Nikkei.
© 2020 Texto y fotos: Asociación Peruano Japonesa
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